Los miembros de la Comisión de Reforma Constitucional trabajan al amparo de la oscuridad, bajo un pacto secreto para que no filtren al público las propuestas que se están planteando para la Carta Magna, que se convierten de esta manera en el Código da Vinci del Socialismo Siglo XXI y en la tumba de la democracia directa y protagónica que se pregona.
Esta sociedad secreta, templarios postmodernos y socialistas en busca del Santo Grial, requieren del silencio y la oscuridad para que el Santo Espíritu se pose sobre ellos y así encontrar el misterio de la “unanimidad” y de la “voluntad general” que luego presentarán al reverenciado Primer Magistrado para que las haga llegar al pueblo, ansioso de firmar el acuerdo soberano de renunciar a la Libertad para ingresar a la promesa, nunca cumplida, de la igualdad bajo el Socialismo.
Me confieso sorprendida, no sólo no es original esta revolución, en el sentido de que a pesar de todos los signos que lo denuncian, niega seguir el modelo estalinista-cubano, es que además no se parece en nada a ninguna de las revoluciones conocidas, caracterizadas por una intensa actividad pública de participación popular para producir el cambio sustancial del modelo de convivencia.
En lugar de iniciar las discusiones en los Consejos Comunales, inventados desde arriba por revolucionarios profesionales, la Constitución es forjada e imaginada por la representación popular, por la avanzada ilustrada del régimen, quienes pretenden que la soberanía popular se manifieste sólo en el proceso de aceptación indiscutida, plebiscitaria y napoleónica.
Esta Constitución desde arriba me recuerda mucho a la Constitución de Angostura de 1819 y a la de la Gran Colombia de 1821, que fueron el vuelco fundamental a la idea primigenia de la Nación, la Constitución de 1811. Las dos Constituciones, que pretendían crear una inmensa nación unificada en Venezuela y, luego la Gran Colombia, en los territorios de Venezuela, Nueva Granada y Cundinamarca, fueron realizadas por 30 representantes, elegidos en los cuarteles.
La gente que se sorprende de que la empresa haya resultado un gran fracaso, que no lo pudo salvar ni siquiera el inmenso prestigio y devoción que muchos venezolanos y colombianos sentían por el Libertador; es algo tan absurdo como las explicaciones de que todo se debió a la maldad de los godos, a la traición de los que se opusieron y a la ceguera de los que nunca fueron capaces de mirar mas allá de su provincianismo, los que no vieron la Patria Grande Americana.
Salvando las distancias y las comparaciones, desde todo punto de vista imposibles, entre aquellos patriotas que lo dieron todo por su país y estos, que lo están regalando o se lo están robando, la idea de una Constitución perdurable al amparo de la oscuridad y de la manipulación del pueblo, que pugna por expresarse en su inmensa necesidad y en su infinita miseria arrastrada en tanta traición, pasada y presente, es, desde todo punto de vista, una imposición que únicamente puede ser sostenida por la violencia.
A la sombra sólo trabaja el crimen, decía Bolívar, mientras más secretas las reuniones e impenetrables las discusiones y decisiones, más me convenzo de la sabiduría de esta aseveración; porque democracia de cogollos conocemos bastante. Democracia real es diálogo, espacio público de discusión, confrontación de intereses e ideas, amor por lo público, es virtud y educación del pueblo para participar y formar parte del gobierno. Esos derechos políticos son la esencia de la Libertad y la base de la legitimidad de todo gobierno.
Esta sociedad secreta, templarios postmodernos y socialistas en busca del Santo Grial, requieren del silencio y la oscuridad para que el Santo Espíritu se pose sobre ellos y así encontrar el misterio de la “unanimidad” y de la “voluntad general” que luego presentarán al reverenciado Primer Magistrado para que las haga llegar al pueblo, ansioso de firmar el acuerdo soberano de renunciar a la Libertad para ingresar a la promesa, nunca cumplida, de la igualdad bajo el Socialismo.
Me confieso sorprendida, no sólo no es original esta revolución, en el sentido de que a pesar de todos los signos que lo denuncian, niega seguir el modelo estalinista-cubano, es que además no se parece en nada a ninguna de las revoluciones conocidas, caracterizadas por una intensa actividad pública de participación popular para producir el cambio sustancial del modelo de convivencia.
En lugar de iniciar las discusiones en los Consejos Comunales, inventados desde arriba por revolucionarios profesionales, la Constitución es forjada e imaginada por la representación popular, por la avanzada ilustrada del régimen, quienes pretenden que la soberanía popular se manifieste sólo en el proceso de aceptación indiscutida, plebiscitaria y napoleónica.
Esta Constitución desde arriba me recuerda mucho a la Constitución de Angostura de 1819 y a la de la Gran Colombia de 1821, que fueron el vuelco fundamental a la idea primigenia de la Nación, la Constitución de 1811. Las dos Constituciones, que pretendían crear una inmensa nación unificada en Venezuela y, luego la Gran Colombia, en los territorios de Venezuela, Nueva Granada y Cundinamarca, fueron realizadas por 30 representantes, elegidos en los cuarteles.
La gente que se sorprende de que la empresa haya resultado un gran fracaso, que no lo pudo salvar ni siquiera el inmenso prestigio y devoción que muchos venezolanos y colombianos sentían por el Libertador; es algo tan absurdo como las explicaciones de que todo se debió a la maldad de los godos, a la traición de los que se opusieron y a la ceguera de los que nunca fueron capaces de mirar mas allá de su provincianismo, los que no vieron la Patria Grande Americana.
Salvando las distancias y las comparaciones, desde todo punto de vista imposibles, entre aquellos patriotas que lo dieron todo por su país y estos, que lo están regalando o se lo están robando, la idea de una Constitución perdurable al amparo de la oscuridad y de la manipulación del pueblo, que pugna por expresarse en su inmensa necesidad y en su infinita miseria arrastrada en tanta traición, pasada y presente, es, desde todo punto de vista, una imposición que únicamente puede ser sostenida por la violencia.
A la sombra sólo trabaja el crimen, decía Bolívar, mientras más secretas las reuniones e impenetrables las discusiones y decisiones, más me convenzo de la sabiduría de esta aseveración; porque democracia de cogollos conocemos bastante. Democracia real es diálogo, espacio público de discusión, confrontación de intereses e ideas, amor por lo público, es virtud y educación del pueblo para participar y formar parte del gobierno. Esos derechos políticos son la esencia de la Libertad y la base de la legitimidad de todo gobierno.
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