05 agosto 2007

Briceño Iragorri, un ilustre desconocido

Por José Alberto Medina Molero

A Jesús Arreaza

Lo noble en sí es de naturaleza tranquila,
y parece estar dormido,
hasta que algún obstáculo lo despierta.

Goethe a Eckerman



Sería sumamente interesante conocer cuántos venezolanos entre los 20 y los 30 años han oído hablar (o leído ) de (a) Mario Briceño Iragorri(Trujillo 1897-Caracas 1958).

Con justicia, se puede afirmar que no muchos (razón directa de la inmensa crisis de nuestra educación, que debería incluir a este clásico dentro de sus programas y, sobre todo, en lo tocante al fomento de la lectura y de la capacidad de redactar), lo que lo convierte, de hecho y de derecho, en un ilustre desconocido. De ilustre, para su honra, tiene mucho, pues perteneció de pleno a esa estirpe de hombre imprescindible, fundamental para rellenar el vacío esqueleto de la nación, a fuerza de reflexiones, propuestas, disquisiciones valiosas, para contrastarnos con nuestro pasado de accidentes y falencias, de glorias, y callados logros e impiedades.

Andino raigal, don Mariano desplegó una gran obra ensayista, sólo comparable a la de su fraternal amigo y compañero de intelecto, don Mariano Picón Salas. Entre las obras de Briceño Irragorri pueden mencionarse: "Alegría de la Tierra", "Casa de León y su tiempo", “El Caballo de Ledesma”, “El Regente Heredia”, “Introducción y defensa a nuestra Historia”, "Tapices de Historia Patria", “Lecturas Venezolanas”, “Mensaje sin destino“, entre otras.

A la par de su brillante carrera ensayística, Briceño Iragorri fue historiador, diplomático, sociólogo, periodista, profesor. En cuanto a su acción política, fue senador de la República e integrante del ilustre Concejo Municipal de Caracas. Profesiones y cargos en los que actuó con talento, dedicación y marcada honestidad. Todo un hombre de pensamiento en el sentido que preconizaba Goethe.

Su máxima preocupación: dar organicidad, solidez a nuestro porvenir, al consustanciarnos con ese difuso y muchas veces ilusorio (en la historia oficial) pasado. A ello dedicó buena parte de su tiempo: a repensar el país, para hacerlo más accesible a sus connacionales.

He aquí algunas citas de este valioso compatriota. Palabras que a la distancia retratan esa alma henchida de bondad y, capacidad creadora de don Mario:

“Creo haber escrito en alguna oportunidad que Venezuela, pese a su historia portentosa, resulta desde ciertos ángulos un pueblo anti-histórico, por cuanto nuestra gente no ha logrado asimilar su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias, uniformes y creadoras, que nos ayuden en la obra de incorporar a nuestro acervo fundamental, nuestros valores de cultura, cuyos contenidos y formas, por corresponder a grupos históricamente disímiles del nuestro, puedan, por aquella razón, adulterar e genio nacional.”

“La historia bélica, que hasta hoy ha tenido preferencia en la didaxia, ha sido para el pueblo como centro de interés permanente, donde ha educado el respeto y la sumisión hacia los hombres de presa. Porque nuestra historia no ha sido los anales de los grupos que formaron las sucesivas generaciones, sino la historia luminosa o falsamente iluminada, de cabecillas que guiaron las masas aguerridas, ora para la libertad, ora para el despotismo. Ha faltado el ensayo que presente la obra del pueblo civil, factor de hechos constructivos del mismo modo como, para interpretar el valor conjugante de la nacionalidad, han faltado las historias parciales de las varias regiones que se juntaron para formar la unidad de la Patria.”

“Hemos visto más a la liturgia de las efemérides que al permanente valor funcional de la Historia como categoría creadora de actos nuevos. Hemos dado prioridad a la parte teatral de las circunstancias sobre los propios fines y resultados de éstas.”

En los años previos a su desaparición física, don Mario, testigo lejano de los oprobiosos días de la dictadura perejimenista, meditó bastante sobre las claves culturales que, como pueblo nos mantienen atados a un destino circular de calamidades, salvadores, tiranos, demagogos e injusticias. Convendría que rescatáramos de los ensayos de finales de los 50, esas precisiones de un hombre que tuvo inmundo espiritual tan rico como el del intelecto, y desde allí, desde la angustia de ver todo en retroceso discurrió sobre nuestras falencias como individuos de una sociedad en perpetua crisis.

Hay que sacar de ese injusto anonimato el pensamiento fresco, sabio y útil de don Mario Briceño Irragorri. Debemos arrancarlo de ese incomprensible desconocimiento, para, como decía Briceño Irragorri, buscar: “fuerza en el pasado para mejor correr hacia el futuro”.

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