Por José Brechner
Pese al fraude -porque fraude hubo, y le quitó por lo menos 20 por ciento de los votos a la oposición en los resultados finales- en Venezuela se impuso el NO, en el referéndum para aprobar una nueva constitución política, que buscaba dar poderes ilimitados y vitalicios al maniático coronel, quien no tuvo más alternativa que aceptar su derrota. En Bolivia, el segundo país controlado por Chávez, se instituyó una Asamblea Constituyente con las mismas pretensiones, y el tiro también les está saliendo por la culata.
Para participar en el foro se escogió a decenas de legisladores iletrados, que andan correteando por el país buscando un lugar para sesionar, escondiéndose de la población indignada que no está dispuesta a tolerar más imposiciones totalitaristas. Entre los muros y las tinieblas de un cuartel militar, los asambleístas del partido gobernante -Movimiento al Socialismo- aprobaron en grande, por consenso y sin que participara la oposición, la Constitución Política más oscura, retorcida, imbécil e inaplicable que un ser humano pueda imaginar.
La falta de criterio y sentido común, característica de los analfabetos, brillan en el tratado, que está plagado de palabras sin sentido ni contenido, y que debido a su kilométrica extensión, sólo se puede citar parcialmente, dando una mirada a algunas partes salientes que permiten apreciar el nivel al que puede llegar la ignorancia. Su introductorio primer artículo, es el comienzo de un prosaico viaje al mundo de lo barroco, y da la pauta de lo que es el resto del compendio. Dice así: “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, autonómico y descentralizado, independiente, soberano, democrático e intercultural. Se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”.
Bla-bla-bla… ¿Pluralismo económico y jurídico? ¿Significa que cada uno puede hacer sus negocios y juicios como le parezca mejor? Increíblemente, la respuesta es Sí, pero sólo si se es miembro de una etnia primigenia. Los demás deben obedecer la ley. Su artículo quinto reconoce como idiomas oficiales a 36 lenguas autóctonas además del castellano. Entre los idiomas figuran el weenhayek y el yaminawa. El primero pensé que era el nombre del esposo de Salma Hayek, pero no recuerdo que la mexicana fuese casada. El segundo, me parece haberlo probado en un restaurant sushi.
El documento es nulo porque prescribió el tiempo para su estudio y aprobación, además de que fue votado sin escrutinio, en una jurisdicción ajena a la especificada en la convocatoria a la asamblea. Sin embargo, el mundo merece conocer la clase de pensadores políticos con que cuenta el gobierno indigenista, originario, bolivariano, multiétnico, multicultural, autónomo, independiente, anti-imperialista, integracionista, multifuncional, multiuso y cualquier otra bobada que se le quiera agregar, ya que según la mentalidad autóctona, las palabras rimbombantes, de las que ni siquiera saben su significado, le dan mayor importancia al texto.
Con referencia a los derechos y libertades individuales, los franceses de la revolución se quedaron cortos. Los originarios dicen: “Los derechos, libertades y garantías reconocidos por esta Constitución son inviolables, universales, interdependientes, indivisibles y progresivos”. ¿Interdependientes, indivisibles y progresivos? ¿Progresivos significa que las libertades aumentan a medida que se es libre?
Los derechos fundamentales ya no son fundamentales sino “Fundamentalísimos”, como está escrito textualmente, y establecen que: “Toda persona tiene derecho al agua y a la alimentación”. Los bolivianos deben estar agradecidos porque se les concede autorización para mantenerse vivos.
Su Capítulo IV sobre “Derechos de las Naciones y Pueblos Indígenas Originarios Campesinos” en su primer artículo dice in extenso, que los indígenas tienen el derecho: “A existir libremente”. Los sensibles y generosos gobernantes permiten existir a sus congéneres. Ese debe ser el motivo por el que Evo Morales fue postulado al Nobel de la Paz. Los legisladores nativos, no advierten el grado de agravio y discriminación hacia ellos mismos que denota semejante postulado.
El capítulo señalado es una constitución aparte, lleno de contradicciones con el cuerpo fundamental del escrito. Fue confeccionado solamente para los habitantes originarios, que tienen atribuciones preferenciales, por encima del resto de la población, y prácticamente les permite hacer lo que les dé la gana.
El neocomunismo, como es lógico, resalta cuando se toca el tema de la propiedad, indicando que: “Toda persona tiene derecho a la propiedad privada, individual o colectiva, siempre que ésta cumpla una función social”. Obviamente, la “función social” la establece el estado confiscador.
La ridícula Constitución confirma que el socialismo es una enfermedad mental. El documento es una aberración intelectual, política y humana, digno de un análisis psiquiátrico.
Pese al fraude -porque fraude hubo, y le quitó por lo menos 20 por ciento de los votos a la oposición en los resultados finales- en Venezuela se impuso el NO, en el referéndum para aprobar una nueva constitución política, que buscaba dar poderes ilimitados y vitalicios al maniático coronel, quien no tuvo más alternativa que aceptar su derrota. En Bolivia, el segundo país controlado por Chávez, se instituyó una Asamblea Constituyente con las mismas pretensiones, y el tiro también les está saliendo por la culata.
Para participar en el foro se escogió a decenas de legisladores iletrados, que andan correteando por el país buscando un lugar para sesionar, escondiéndose de la población indignada que no está dispuesta a tolerar más imposiciones totalitaristas. Entre los muros y las tinieblas de un cuartel militar, los asambleístas del partido gobernante -Movimiento al Socialismo- aprobaron en grande, por consenso y sin que participara la oposición, la Constitución Política más oscura, retorcida, imbécil e inaplicable que un ser humano pueda imaginar.
La falta de criterio y sentido común, característica de los analfabetos, brillan en el tratado, que está plagado de palabras sin sentido ni contenido, y que debido a su kilométrica extensión, sólo se puede citar parcialmente, dando una mirada a algunas partes salientes que permiten apreciar el nivel al que puede llegar la ignorancia. Su introductorio primer artículo, es el comienzo de un prosaico viaje al mundo de lo barroco, y da la pauta de lo que es el resto del compendio. Dice así: “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, autonómico y descentralizado, independiente, soberano, democrático e intercultural. Se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”.
Bla-bla-bla… ¿Pluralismo económico y jurídico? ¿Significa que cada uno puede hacer sus negocios y juicios como le parezca mejor? Increíblemente, la respuesta es Sí, pero sólo si se es miembro de una etnia primigenia. Los demás deben obedecer la ley. Su artículo quinto reconoce como idiomas oficiales a 36 lenguas autóctonas además del castellano. Entre los idiomas figuran el weenhayek y el yaminawa. El primero pensé que era el nombre del esposo de Salma Hayek, pero no recuerdo que la mexicana fuese casada. El segundo, me parece haberlo probado en un restaurant sushi.
El documento es nulo porque prescribió el tiempo para su estudio y aprobación, además de que fue votado sin escrutinio, en una jurisdicción ajena a la especificada en la convocatoria a la asamblea. Sin embargo, el mundo merece conocer la clase de pensadores políticos con que cuenta el gobierno indigenista, originario, bolivariano, multiétnico, multicultural, autónomo, independiente, anti-imperialista, integracionista, multifuncional, multiuso y cualquier otra bobada que se le quiera agregar, ya que según la mentalidad autóctona, las palabras rimbombantes, de las que ni siquiera saben su significado, le dan mayor importancia al texto.
Con referencia a los derechos y libertades individuales, los franceses de la revolución se quedaron cortos. Los originarios dicen: “Los derechos, libertades y garantías reconocidos por esta Constitución son inviolables, universales, interdependientes, indivisibles y progresivos”. ¿Interdependientes, indivisibles y progresivos? ¿Progresivos significa que las libertades aumentan a medida que se es libre?
Los derechos fundamentales ya no son fundamentales sino “Fundamentalísimos”, como está escrito textualmente, y establecen que: “Toda persona tiene derecho al agua y a la alimentación”. Los bolivianos deben estar agradecidos porque se les concede autorización para mantenerse vivos.
Su Capítulo IV sobre “Derechos de las Naciones y Pueblos Indígenas Originarios Campesinos” en su primer artículo dice in extenso, que los indígenas tienen el derecho: “A existir libremente”. Los sensibles y generosos gobernantes permiten existir a sus congéneres. Ese debe ser el motivo por el que Evo Morales fue postulado al Nobel de la Paz. Los legisladores nativos, no advierten el grado de agravio y discriminación hacia ellos mismos que denota semejante postulado.
El capítulo señalado es una constitución aparte, lleno de contradicciones con el cuerpo fundamental del escrito. Fue confeccionado solamente para los habitantes originarios, que tienen atribuciones preferenciales, por encima del resto de la población, y prácticamente les permite hacer lo que les dé la gana.
El neocomunismo, como es lógico, resalta cuando se toca el tema de la propiedad, indicando que: “Toda persona tiene derecho a la propiedad privada, individual o colectiva, siempre que ésta cumpla una función social”. Obviamente, la “función social” la establece el estado confiscador.
La ridícula Constitución confirma que el socialismo es una enfermedad mental. El documento es una aberración intelectual, política y humana, digno de un análisis psiquiátrico.
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