Por Alberto Baumeister Toledo
Con todo y amenazas, teniendo el poder del dinero en la mano y todo el aparataje del Estado, no pudo imponerse en el referendo la ignominiosa voluntad de quienes aupaban la reforma constitucional más perversa y manipuladora que hayamos conocido en nuestro país.
No fueron los gritos desesperados ni la impuesta voz cuando y donde le venga en mano del autócrata que dice nos gobierna la que prevaleció esta vez ante el pueblo venezolano, el de siempre y ese nuevo formulado y creado por la perversa mente de aquél y sus seguidores para dividir y socavar las bases democráticas de un país, que si bien ningún sensato ciudadano desearía para soportarlo como tal, nos ha permitido sobre dimes y diretes, revueltas y reyezuelos tropicales, mantenernos como el más disimulado país tercermundista.
Nadie niega que existan errores ni defectos, en nuestra historia republicana, ni que los más graves de ellos hayan sido imputables a un pueblo callado, "soportón" y egoísta, a quien sólo cuando lo agreden podemos esperar su manifestación de fuerza, capacidad de ofender y voluntad, pues de lo contrario apáticamente suele tolerar los peores desaguisados aún por parte de quien los dirige y engaña.
Pero es que de esta gente ahora en el ejercicio del poder, no se puede esperar nada bueno, y mucho menos que jueguen limpio y con respeto a reglas para el juego.
Socialistas reales, convencidos y ejecutantes de las ideas filosóficas marxistas, son pocos los que realmente se encuentran haciendo filas con éste o con cualquier gobierno que los deje salir adelante. Todos son bandas de facinerosos y de un comunismo a conveniencia, que sólo les sirve hasta cuando llegan al poder, pues al disfrutar del mismo, olvidan las doctrinas socialistas y se dedican a medrar del presupuesto y de las prebendas que suelen derivar del ejercicio de dichos cargos. Todo lo hacen sin empacho alguno frente al resto de sus conciudadanos y con voracidad tal que parece nunca hubieran imaginado lo que es ni para lo que sirve el poder.
El NO ganó limpia y gallardamente, con todo y a pesar de contar con un destino adverso y un adversario sucio en el juego e irrespetuoso de las reglas de la contienda.
Eso sí, no podemos confiarnos de manera alguna en ese triunfo, pues como lo alerta el mismo que dirige las huestes se trata de un triunfo despreciable y despreciado, y que un mediano líder inteligente, que no es el caso presente, podría hacer revertir fácilmente y sin traumas democráticos, o por el contrario, un mal perdedor, podría hacer crecer las diferencias en su contra a mayor velocidad y profundidad de lo que sería imaginable.
Chávez ha demostrado una vez más no saber lo que se trae entre las manos, y lo poco que entiende la filosofía de éste su pueblo, por eso desprecia el triunfo democrático, reniega contra los suyos al impetrarles el fracaso y no reconoce siquiera en parte su gran grado de culpabilidad.
La oposición debe y tiene que estar clara en que ni está unida, ni logrará unirse a corto y ágil plazo, ni podrá imponer un seudo líder que llame la atención por mucho tiempo, ni tampoco puede recostarle, como se lo ha pretendido todo el triunfo a la estrategia de nuestra juventud. Esta última dio un gran ejemplo de constancia y valentía, pero al igual que esa oposición carece de líder y buena organización, ni es un todo compacto, pues precisamente es producto de esa explosiva carga de ilusiones de la juventud, a la par virtuosa que desordenada.
La suerte ha sido, definitivamente, que a pesar de todos los errores y fracasos de la oposición, de esa intolerable displicencia de quienes irresponsablemente no quieren ver más allá de sus narices, quienes conforman las filas del gobierno, también adolecen de males mayores y suelen perder las grandes oportunidades que les ha brindado la buena suerte y la fortuna de contar con unas arcas hinchas de dinero y un pueblo tolerante.
Es ahora cuando toca a la oposición recobrar sus ventajas y capacidades sustentadas no en los errores, corruptelas y vagabunderías de abuso de poder de quienes pretenden estar gobernando el país, pero todo ello ni es fácil, ni es tempestivo ni dejará de costar sinsabores. Es ahora cuando hay que seguir luchando para desenmascarar las malas intenciones de los gobernantes y sus seguidores, para poner en evidencia la corrupción en el manejo de lo público y el irrespeto por la Ley y las instituciones.
No deja de llamar la atención finalmente, y para terminar con este tema, otro toque de llamativa insensatez e impudicia por parte del Jefe del gobierno al tildar de "caca" con lenguaje procaz a quienes le derrotaron y a quienes lo abandonaron.
No otra cosa en realidad podía esperarse de quien ha demostrado ser particularmente hábil en el manejo y producción de la misma, como pseudolíder y gobernante.
Tampoco podía esperarse otra cosa al juzgar tal conducta como apegada a las buenas y malas costumbres de su pueblo (porque ése no es el mío, que por sentida humildad es respetuoso en el uso del bajo lenguaje) por parte del Ministro que por su ramo, debería ser el primer ejemplo en aborrecer tan indeseables conductas y en sancionar a quienes abusen de su posición de dominio para insultar grotescamente al pueblo y merecer un ajustado "cállese", ante la grosera conducta de perturbar a quien por orden institucional y mínima dosis de educación le correspondía el uso de la palabra.
Es cierto que resulta de pésima educación, imponer "orden de silencio" a quienes como los que la profieren, tienen idénticos derechos y rango, pero más censurable y grotesco resulta que el afectado por la misma, de manera insistente y ajena a toda educación fuera responsable de interrupciones constantes a varios de los dignatarios presentes y que se encontraban en el uso de la palabra y merecían, adicionalmente, como autoridades, todo respeto y consideración. Así lo tienen interpretado cuantos ciudadanos se sintieron ofendidos por la conducta que instó el incidente, y el resto de los países, con idéntico o peor grado de cultura que el nuestro.
Con todo y amenazas, teniendo el poder del dinero en la mano y todo el aparataje del Estado, no pudo imponerse en el referendo la ignominiosa voluntad de quienes aupaban la reforma constitucional más perversa y manipuladora que hayamos conocido en nuestro país.
No fueron los gritos desesperados ni la impuesta voz cuando y donde le venga en mano del autócrata que dice nos gobierna la que prevaleció esta vez ante el pueblo venezolano, el de siempre y ese nuevo formulado y creado por la perversa mente de aquél y sus seguidores para dividir y socavar las bases democráticas de un país, que si bien ningún sensato ciudadano desearía para soportarlo como tal, nos ha permitido sobre dimes y diretes, revueltas y reyezuelos tropicales, mantenernos como el más disimulado país tercermundista.
Nadie niega que existan errores ni defectos, en nuestra historia republicana, ni que los más graves de ellos hayan sido imputables a un pueblo callado, "soportón" y egoísta, a quien sólo cuando lo agreden podemos esperar su manifestación de fuerza, capacidad de ofender y voluntad, pues de lo contrario apáticamente suele tolerar los peores desaguisados aún por parte de quien los dirige y engaña.
Pero es que de esta gente ahora en el ejercicio del poder, no se puede esperar nada bueno, y mucho menos que jueguen limpio y con respeto a reglas para el juego.
Socialistas reales, convencidos y ejecutantes de las ideas filosóficas marxistas, son pocos los que realmente se encuentran haciendo filas con éste o con cualquier gobierno que los deje salir adelante. Todos son bandas de facinerosos y de un comunismo a conveniencia, que sólo les sirve hasta cuando llegan al poder, pues al disfrutar del mismo, olvidan las doctrinas socialistas y se dedican a medrar del presupuesto y de las prebendas que suelen derivar del ejercicio de dichos cargos. Todo lo hacen sin empacho alguno frente al resto de sus conciudadanos y con voracidad tal que parece nunca hubieran imaginado lo que es ni para lo que sirve el poder.
El NO ganó limpia y gallardamente, con todo y a pesar de contar con un destino adverso y un adversario sucio en el juego e irrespetuoso de las reglas de la contienda.
Eso sí, no podemos confiarnos de manera alguna en ese triunfo, pues como lo alerta el mismo que dirige las huestes se trata de un triunfo despreciable y despreciado, y que un mediano líder inteligente, que no es el caso presente, podría hacer revertir fácilmente y sin traumas democráticos, o por el contrario, un mal perdedor, podría hacer crecer las diferencias en su contra a mayor velocidad y profundidad de lo que sería imaginable.
Chávez ha demostrado una vez más no saber lo que se trae entre las manos, y lo poco que entiende la filosofía de éste su pueblo, por eso desprecia el triunfo democrático, reniega contra los suyos al impetrarles el fracaso y no reconoce siquiera en parte su gran grado de culpabilidad.
La oposición debe y tiene que estar clara en que ni está unida, ni logrará unirse a corto y ágil plazo, ni podrá imponer un seudo líder que llame la atención por mucho tiempo, ni tampoco puede recostarle, como se lo ha pretendido todo el triunfo a la estrategia de nuestra juventud. Esta última dio un gran ejemplo de constancia y valentía, pero al igual que esa oposición carece de líder y buena organización, ni es un todo compacto, pues precisamente es producto de esa explosiva carga de ilusiones de la juventud, a la par virtuosa que desordenada.
La suerte ha sido, definitivamente, que a pesar de todos los errores y fracasos de la oposición, de esa intolerable displicencia de quienes irresponsablemente no quieren ver más allá de sus narices, quienes conforman las filas del gobierno, también adolecen de males mayores y suelen perder las grandes oportunidades que les ha brindado la buena suerte y la fortuna de contar con unas arcas hinchas de dinero y un pueblo tolerante.
Es ahora cuando toca a la oposición recobrar sus ventajas y capacidades sustentadas no en los errores, corruptelas y vagabunderías de abuso de poder de quienes pretenden estar gobernando el país, pero todo ello ni es fácil, ni es tempestivo ni dejará de costar sinsabores. Es ahora cuando hay que seguir luchando para desenmascarar las malas intenciones de los gobernantes y sus seguidores, para poner en evidencia la corrupción en el manejo de lo público y el irrespeto por la Ley y las instituciones.
No deja de llamar la atención finalmente, y para terminar con este tema, otro toque de llamativa insensatez e impudicia por parte del Jefe del gobierno al tildar de "caca" con lenguaje procaz a quienes le derrotaron y a quienes lo abandonaron.
No otra cosa en realidad podía esperarse de quien ha demostrado ser particularmente hábil en el manejo y producción de la misma, como pseudolíder y gobernante.
Tampoco podía esperarse otra cosa al juzgar tal conducta como apegada a las buenas y malas costumbres de su pueblo (porque ése no es el mío, que por sentida humildad es respetuoso en el uso del bajo lenguaje) por parte del Ministro que por su ramo, debería ser el primer ejemplo en aborrecer tan indeseables conductas y en sancionar a quienes abusen de su posición de dominio para insultar grotescamente al pueblo y merecer un ajustado "cállese", ante la grosera conducta de perturbar a quien por orden institucional y mínima dosis de educación le correspondía el uso de la palabra.
Es cierto que resulta de pésima educación, imponer "orden de silencio" a quienes como los que la profieren, tienen idénticos derechos y rango, pero más censurable y grotesco resulta que el afectado por la misma, de manera insistente y ajena a toda educación fuera responsable de interrupciones constantes a varios de los dignatarios presentes y que se encontraban en el uso de la palabra y merecían, adicionalmente, como autoridades, todo respeto y consideración. Así lo tienen interpretado cuantos ciudadanos se sintieron ofendidos por la conducta que instó el incidente, y el resto de los países, con idéntico o peor grado de cultura que el nuestro.
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