Este fin de semana, a través de Globovisión, vimos un reportaje sobre la campaña que hace el pueblo y el gobierno de Australia para reclutar inmigrantes venezolanos que deseen incorporarse al desarrollo de ese país. Nos causó agrado escuchar al vocero, quien destacó la formación de nuestros profesionales universitarios, sus calificaciones académicas.
Lo malo de esta nota informativa fue observar el marcado interés de nuestra gente por aceptar la invitación y emigrar, dejar la patria, buscar nuevos senderos donde echar raíces, criar la familia lejos del país que nos vio nacer, crecer, formarnos como antes era posible hacerlo en el país. Esto hace evidente que para muchos de nosotros la salida del país es la única opción.
Los venezolanos somos una extirpe de emigrantes, un mosaico que hasta hace poco era mostrado con orgullo. Todos sabemos que en muy pocas familias venezolanas no hay ascendientes del viejo continente, pero jamás hubo el desesperado esfuerzo por salir. En el pasado lo hacíamos para regresar, por unos días, unas vacaciones, pero hoy la realidad es distinta: Los venezolanos quieren emigrar para no regresar, para quedarse.
Recientemente leí un artículo escrito por la colega y amiga Patricia Poleo, quien destacaba las "simpatías" que, por Hugo Chávez, están presentes en Canadá, la razón de Patricia la comparto, en ese país se valora a los profesionales venezolanos y muchas empresas están interesadas, por ejemplo, en los ingenieros petroleros, curiosamente en esos que hoy son buscados como criminales para meterlos en prisión.
En Venezuela se buscan por delincuentes, Canadá les da la bienvenida por capaces.
Capturar venezolanos profesionales no se limita a Canadá, lo mismo ocurre en México, en Europa, en Estados Unidos, donde se han multiplicado las peticiones de asilo, de residencia y de ciudadanía. Los venezolanos juegan sus cartas para quedarse en cualquier país, menos regresar a Venezuela.
Hay muchas razones. En Venezuela lo único seguro es que te maten un fin de semana porque el gobierno que es policía para perseguir a quienes disentimos de la presente administración, es incapaz de usar la fuerza y el imperio de la ley para castigar a los malhechores, asesinos, violadores, secuestradores, por ello salir de Venezuela es escapar por la vida, es escapar de las sangrientas estadísticas que siembran muerte, dolor y luto cada zafra de viernes, sábado y domingo. Nadie quiere terminar en el suelo de una morgue en Valencia, Bello Monte o Maracay. Nadie quiere ser atrapado por los bandoleros en Puerto Ordaz o Bolívar, por eso se van, por eso prefieren el calor sofocante de Australia, cuidar canguros, antes que ser asesinado o secuestrado.
El desempleo es otro factor que empuja a los venezolanos a marcharse, a “quemar” sus propiedades a “precio de gallina flaca”, no vale la pena quedarse en un país con una incertidumbre económica que, a pesar de ser muy rico, ve multiplicada la miseria. Salen de Venezuela para buscar la arepa redonda en vez de los anaqueles vacíos en abastos y supermercados, donde los productos básicos de la mesa hay que buscarlos como “aguja en pajal”, en el que cada día imitamos a los cubanos, profesionales en desabastecimiento, en el racionamiento, mientras que el gobierno se encarga de cerrar las empresas generadoras de empleo y procesadoras de alimentos. El hambre está expulsando a los venezolanos, mientras que los encumbrados agentes del gobierno degustan los majares, mientras en tu casa falta la carne y el pollo, en la mesa del tirano sobra la comida.
Ya es notoria la presencia venezolanos en otros países, en apartadas ciudades y pueblos de cualquier lugar del mundo. Ya no solo hay compatriotas en Houston o Miami, también en Nueva York, Boston, Chicago, Virginia Beach o Elizabeth City, en Tulsa. En un pueblo del norte de México como Durango está creciendo la población venezolana, todos curiosamente profesionales, bien preparados y ocupando responsabilidades de alto nivel. También en Madrid, Barcelona, Roma, Palermo y hasta en la reconocida isla de Madeira donde han regresado no los viejos portugueses sino sus hijos y sus nietos.
Los venezolanos escapan por su vida, huyen del hambre y la tiranía, buscan una mejor vida para los suyos, lejos de El Dorado que parece haber sido maldecido por el Falso Rey Midas, Soberano de Sabaneta, quien todos los días da evidencias de que lo que toca, lo que allana, lo que confisca, lo convierte en excretas.
Ninguna crítica para los que se marchan, por el contrario, esperamos que pronto haya la posibilidad de regresar, que cese la expulsión de los capaces, los mismos que mañana la patria llamará para reconstruir el desastre, las ruinas en que está quedan el país.
* Periodista CNP:9657
Lo malo de esta nota informativa fue observar el marcado interés de nuestra gente por aceptar la invitación y emigrar, dejar la patria, buscar nuevos senderos donde echar raíces, criar la familia lejos del país que nos vio nacer, crecer, formarnos como antes era posible hacerlo en el país. Esto hace evidente que para muchos de nosotros la salida del país es la única opción.
Los venezolanos somos una extirpe de emigrantes, un mosaico que hasta hace poco era mostrado con orgullo. Todos sabemos que en muy pocas familias venezolanas no hay ascendientes del viejo continente, pero jamás hubo el desesperado esfuerzo por salir. En el pasado lo hacíamos para regresar, por unos días, unas vacaciones, pero hoy la realidad es distinta: Los venezolanos quieren emigrar para no regresar, para quedarse.
Recientemente leí un artículo escrito por la colega y amiga Patricia Poleo, quien destacaba las "simpatías" que, por Hugo Chávez, están presentes en Canadá, la razón de Patricia la comparto, en ese país se valora a los profesionales venezolanos y muchas empresas están interesadas, por ejemplo, en los ingenieros petroleros, curiosamente en esos que hoy son buscados como criminales para meterlos en prisión.
En Venezuela se buscan por delincuentes, Canadá les da la bienvenida por capaces.
Capturar venezolanos profesionales no se limita a Canadá, lo mismo ocurre en México, en Europa, en Estados Unidos, donde se han multiplicado las peticiones de asilo, de residencia y de ciudadanía. Los venezolanos juegan sus cartas para quedarse en cualquier país, menos regresar a Venezuela.
Hay muchas razones. En Venezuela lo único seguro es que te maten un fin de semana porque el gobierno que es policía para perseguir a quienes disentimos de la presente administración, es incapaz de usar la fuerza y el imperio de la ley para castigar a los malhechores, asesinos, violadores, secuestradores, por ello salir de Venezuela es escapar por la vida, es escapar de las sangrientas estadísticas que siembran muerte, dolor y luto cada zafra de viernes, sábado y domingo. Nadie quiere terminar en el suelo de una morgue en Valencia, Bello Monte o Maracay. Nadie quiere ser atrapado por los bandoleros en Puerto Ordaz o Bolívar, por eso se van, por eso prefieren el calor sofocante de Australia, cuidar canguros, antes que ser asesinado o secuestrado.
El desempleo es otro factor que empuja a los venezolanos a marcharse, a “quemar” sus propiedades a “precio de gallina flaca”, no vale la pena quedarse en un país con una incertidumbre económica que, a pesar de ser muy rico, ve multiplicada la miseria. Salen de Venezuela para buscar la arepa redonda en vez de los anaqueles vacíos en abastos y supermercados, donde los productos básicos de la mesa hay que buscarlos como “aguja en pajal”, en el que cada día imitamos a los cubanos, profesionales en desabastecimiento, en el racionamiento, mientras que el gobierno se encarga de cerrar las empresas generadoras de empleo y procesadoras de alimentos. El hambre está expulsando a los venezolanos, mientras que los encumbrados agentes del gobierno degustan los majares, mientras en tu casa falta la carne y el pollo, en la mesa del tirano sobra la comida.
Ya es notoria la presencia venezolanos en otros países, en apartadas ciudades y pueblos de cualquier lugar del mundo. Ya no solo hay compatriotas en Houston o Miami, también en Nueva York, Boston, Chicago, Virginia Beach o Elizabeth City, en Tulsa. En un pueblo del norte de México como Durango está creciendo la población venezolana, todos curiosamente profesionales, bien preparados y ocupando responsabilidades de alto nivel. También en Madrid, Barcelona, Roma, Palermo y hasta en la reconocida isla de Madeira donde han regresado no los viejos portugueses sino sus hijos y sus nietos.
Los venezolanos escapan por su vida, huyen del hambre y la tiranía, buscan una mejor vida para los suyos, lejos de El Dorado que parece haber sido maldecido por el Falso Rey Midas, Soberano de Sabaneta, quien todos los días da evidencias de que lo que toca, lo que allana, lo que confisca, lo convierte en excretas.
Ninguna crítica para los que se marchan, por el contrario, esperamos que pronto haya la posibilidad de regresar, que cese la expulsión de los capaces, los mismos que mañana la patria llamará para reconstruir el desastre, las ruinas en que está quedan el país.
* Periodista CNP:9657
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