Hugo Chávez está decidido a suprimir la libertad de opinión y, para lograrlo, decidió retirarle la licencia para operar al canal de televisión que más lo criticaba. Por esa razón, ahora enfrenta una demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
El indefinido "socialismo del siglo XXI" que ha sido propuesto a la región por Hugo Chávez es, simplemente, totalitarismo.
Es, en rigor, tan sólo un torpe disfraz, poco convincente por lo demás, de lo que fueron las duras dictaduras comunistas, aquellas que alguna vez se autodenominaron "dictaduras del proletariado", designación que fue un auténtico biombo utilizado para ocultar la verdad, esto es que eran simplemente dictaduras al servicio de una minoría dominante -a la que con el tiempo se pasó a llamar la "nomenklatura"- que sometía a sus pueblos relegándolos respecto de los demás y condenándolos al atraso, como reconoció cándidamente el recién fallecido Boris Yeltsin al visitar –visiblemente asombrado– un shopping center en el estado de Texas, Estados Unidos.
Después de haber destrozado las instituciones políticas de la democracia, de gobernar por decreto con la suma del poder público delegado a su favor, de caminar en dirección a un partido único (dejando de lado a todos quienes cometieron el error de apoyarlo), de lanzar una ola de populismo clientelista nunca vista en la región, de intervenir en los asuntos internos de muchos países latinoamericanos, de forjar una "alianza estratégica" con Irán y Bielorrusia, de proponer un cartel energético para presionar a los consumidores de gas natural de la región y someterlos de esa manera, Chávez está ahora claramente decidido a suprimir la libertad de opinión, paso que era ciertamente previsible, pero que despeja toda duda acerca de cuáles son sus verdaderas intenciones políticas.
Con ese objetivo, decidió cerrar, retirándole la licencia para operar, el canal de televisión que más le criticaba, TV Radio Caracas Televisión (RCTV).
Más del 70% de los venezolanos desaprueban abiertamente la medida. Pero ya es tarde. Chávez se ha quitado todos los disfraces y ya no usa careta, por lo que sigue adelante con lo que probablemente sea la medida menos popular de todas las tomadas hasta el momento por su administración.
No obstante, de pronto le ha salido un enemigo de fuste: nada menos que la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El referido organismo multilateral regional acaba de dar un paso ejemplificador. Nada menos que demandar a Chávez ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, acusándolo de haber vulnerado las garantías fundamentales de los periodistas y trabajadores de la televisión, lo que no es poca cosa.
Por primera vez en su corta historia, la administración personalista de Hugo Chávez enfrenta un serio proceso judicial ante un organismo supranacional que ha sido creado, precisamente, para defender los derechos humanos de los latinoamericanos, incluyendo entre ellos a uno de los más esenciales, el que tiene que ver con la libertad de opinión, libertad importantísima, desde que permite a las personas vivir de una manera diferente a la de los animales, o sea ejerciendo la libertad que le es esencial, la de elegir.
Para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Chávez es responsable de haber violado los derechos humanos de los venezolanos, incluyendo la libertad de expresión, la integridad personal, las garantías judiciales (de las que Chávez desde hace rato se burla) y la protección judicial de los trabajadores de prensa y periodistas de TV Radio Caracas Televisión.
Otra estación de televisión, Globovisión, es también nombrada como ejemplo de similares violaciones por la referida comisión. Así de claro. Y así de grave.
Esto no es, sin embargo, del todo sorpresivo. La comisión había ya ordenado a Venezuela tomar medidas de protección a favor de cinco periodistas de TV Radio Caracas Televisión, lo que naturalmente fue ignorado por el siempre arrogante y patológico Chávez.
La decisión final de la Corte Interamericana de Derechos Humanos será vinculante, lo que supone que Venezuela deberá acatarla. Cabe anticipar que el omnipotente Chávez probablemente hará caso omiso a la resolución, lo que desnudará, aún más, su carácter totalitario.
Adelantando lo que seguramente será su reacción, el insólito canciller venezolano, Nicolás Maduro, acusó –con su grosería de siempre– a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de haber asumido una "actitud sesgada, parcializada y antivenezolana". Para otro corifeo habitual, en este caso la presidenta de la Asamblea Nacional (organismo que, descaradamente, delegará todas sus facultades en Chávez), la Comisión Interamericana es sólo "portavoz de golpistas y fascistas". Como si Chávez no hubiera sido, él mismo, un auténtico golpista y, en su conducta, no tuviera perfiles absolutamente fascistas. Increíble.
La reacción de Chávez luce absolutamente idéntica a la de los tiempos de nuestra dictadura militar. Dicho sea de paso, pocos advierten que, de hecho, en Venezuela gobierna una elite militar-populista, que ha despedazado –paso a paso– todas las instituciones de la democracia y pretende quedarse con el país, enquistándose en el poder para siempre. Ésta es la realidad que (por encima del vendaval de humo que produce la Venezuela bolivariana y del circo y los disparates habituales de Hugo Chávez) no debe nunca perderse de vista. Esperamos con ansiedad lo que finalmente resuelva, en San José de Costa Rica, la respetada Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y no tenemos muchas dudas acerca de cuál será la reacción posterior de un tirano.
Para la política exterior de Néstor Kirchner –que ha disfrazado impúdicamente a nuestro país de campeón de los derechos humanos, cuando lo cierto es que tiene una política selectiva y absolutamente caprichosa en este capítulo en particular (como en tantos)–, lo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos respecto de Venezuela debería ser toda una señal. Veremos. Pero, en función de lo hasta ahora recorrido, tenemos nuestras serias dudas. Quizás por aquello tan peronista de "para los amigos todo y para los enemigos, ni justicia". Todo un tema.
* Se desempeñó como representante de Argentina ante la ONU.
Fuente: www.economiaparatodos.com.ar
El indefinido "socialismo del siglo XXI" que ha sido propuesto a la región por Hugo Chávez es, simplemente, totalitarismo.
Es, en rigor, tan sólo un torpe disfraz, poco convincente por lo demás, de lo que fueron las duras dictaduras comunistas, aquellas que alguna vez se autodenominaron "dictaduras del proletariado", designación que fue un auténtico biombo utilizado para ocultar la verdad, esto es que eran simplemente dictaduras al servicio de una minoría dominante -a la que con el tiempo se pasó a llamar la "nomenklatura"- que sometía a sus pueblos relegándolos respecto de los demás y condenándolos al atraso, como reconoció cándidamente el recién fallecido Boris Yeltsin al visitar –visiblemente asombrado– un shopping center en el estado de Texas, Estados Unidos.
Después de haber destrozado las instituciones políticas de la democracia, de gobernar por decreto con la suma del poder público delegado a su favor, de caminar en dirección a un partido único (dejando de lado a todos quienes cometieron el error de apoyarlo), de lanzar una ola de populismo clientelista nunca vista en la región, de intervenir en los asuntos internos de muchos países latinoamericanos, de forjar una "alianza estratégica" con Irán y Bielorrusia, de proponer un cartel energético para presionar a los consumidores de gas natural de la región y someterlos de esa manera, Chávez está ahora claramente decidido a suprimir la libertad de opinión, paso que era ciertamente previsible, pero que despeja toda duda acerca de cuáles son sus verdaderas intenciones políticas.
Con ese objetivo, decidió cerrar, retirándole la licencia para operar, el canal de televisión que más le criticaba, TV Radio Caracas Televisión (RCTV).
Más del 70% de los venezolanos desaprueban abiertamente la medida. Pero ya es tarde. Chávez se ha quitado todos los disfraces y ya no usa careta, por lo que sigue adelante con lo que probablemente sea la medida menos popular de todas las tomadas hasta el momento por su administración.
No obstante, de pronto le ha salido un enemigo de fuste: nada menos que la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El referido organismo multilateral regional acaba de dar un paso ejemplificador. Nada menos que demandar a Chávez ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, acusándolo de haber vulnerado las garantías fundamentales de los periodistas y trabajadores de la televisión, lo que no es poca cosa.
Por primera vez en su corta historia, la administración personalista de Hugo Chávez enfrenta un serio proceso judicial ante un organismo supranacional que ha sido creado, precisamente, para defender los derechos humanos de los latinoamericanos, incluyendo entre ellos a uno de los más esenciales, el que tiene que ver con la libertad de opinión, libertad importantísima, desde que permite a las personas vivir de una manera diferente a la de los animales, o sea ejerciendo la libertad que le es esencial, la de elegir.
Para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Chávez es responsable de haber violado los derechos humanos de los venezolanos, incluyendo la libertad de expresión, la integridad personal, las garantías judiciales (de las que Chávez desde hace rato se burla) y la protección judicial de los trabajadores de prensa y periodistas de TV Radio Caracas Televisión.
Otra estación de televisión, Globovisión, es también nombrada como ejemplo de similares violaciones por la referida comisión. Así de claro. Y así de grave.
Esto no es, sin embargo, del todo sorpresivo. La comisión había ya ordenado a Venezuela tomar medidas de protección a favor de cinco periodistas de TV Radio Caracas Televisión, lo que naturalmente fue ignorado por el siempre arrogante y patológico Chávez.
La decisión final de la Corte Interamericana de Derechos Humanos será vinculante, lo que supone que Venezuela deberá acatarla. Cabe anticipar que el omnipotente Chávez probablemente hará caso omiso a la resolución, lo que desnudará, aún más, su carácter totalitario.
Adelantando lo que seguramente será su reacción, el insólito canciller venezolano, Nicolás Maduro, acusó –con su grosería de siempre– a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de haber asumido una "actitud sesgada, parcializada y antivenezolana". Para otro corifeo habitual, en este caso la presidenta de la Asamblea Nacional (organismo que, descaradamente, delegará todas sus facultades en Chávez), la Comisión Interamericana es sólo "portavoz de golpistas y fascistas". Como si Chávez no hubiera sido, él mismo, un auténtico golpista y, en su conducta, no tuviera perfiles absolutamente fascistas. Increíble.
La reacción de Chávez luce absolutamente idéntica a la de los tiempos de nuestra dictadura militar. Dicho sea de paso, pocos advierten que, de hecho, en Venezuela gobierna una elite militar-populista, que ha despedazado –paso a paso– todas las instituciones de la democracia y pretende quedarse con el país, enquistándose en el poder para siempre. Ésta es la realidad que (por encima del vendaval de humo que produce la Venezuela bolivariana y del circo y los disparates habituales de Hugo Chávez) no debe nunca perderse de vista. Esperamos con ansiedad lo que finalmente resuelva, en San José de Costa Rica, la respetada Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y no tenemos muchas dudas acerca de cuál será la reacción posterior de un tirano.
Para la política exterior de Néstor Kirchner –que ha disfrazado impúdicamente a nuestro país de campeón de los derechos humanos, cuando lo cierto es que tiene una política selectiva y absolutamente caprichosa en este capítulo en particular (como en tantos)–, lo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos respecto de Venezuela debería ser toda una señal. Veremos. Pero, en función de lo hasta ahora recorrido, tenemos nuestras serias dudas. Quizás por aquello tan peronista de "para los amigos todo y para los enemigos, ni justicia". Todo un tema.
* Se desempeñó como representante de Argentina ante la ONU.
Fuente: www.economiaparatodos.com.ar
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