10 diciembre 2007

Un giro necesario e impostergable y un entretanto

Por José Alberto Medina Molero

A Don Simón Rodríguez,
in memoriam


“Los dioses, sin palabras
juegan juegos terribles.”
Octavio Paz

“Distinguir más allá de los límites
con el último vislumbre de un encendido
soplo bajo hechuras amables
en el vacío de una luz sin deseo."
Juan Antonio Molina Gómez



Si por un lado consideramos que las proyecciones, que a través de informes de expertos vaticinan que América Latina tendría cada vez menos influencia en el mundo (informes citados por Andrés Oppenheimer en el prólogo de su libro “Cuentos Chinos”) y por otro, el postulado de Peter Drucker referido por el filósofo Máximo Desiato (en un artículo en EL NACIONAL, titulado “Conocimientos en fuga”) en el sentido de la importancia de conocimientos, como herramienta vital para incrementar la productividad de los trabajadores y de las empresas, estaremos ante una de las caras de ese cubo aciago de nuestro no desarrollo como subcontinente.

¿De qué otra forma podría ser, si nos empeñamos en ignorar que la salida está en elevar realmente la calidad de la educación, y en hacer ingentes esfuerzos en el sector ciencia y tecnología?

Dos aspectos entrelazados: educación y tecnología. Aspectos primordiales para colocar al país en ruta de desarrollo, y para naturalmente elevar la calidad de vida de los habitantes (razón esencial de los gobiernos en cualquier parte del mundo). En el sector educativo, más allá de masificar y crear nuevas escuelas, liceos y Universidades (que sin duda hacen falta en determinadas circunstancias) lo fundamental es generar una transformación educativa profunda, desde el nivel preescolar hasta el universitario, pasando también por el adiestramiento de adultos, teniendo total lucidez en las destrezas, que se requieren en el educando al emerger de cada nivel. De esta forma, y bajo este esfuerzo, podrá contarse con egresados de educación básica y Bachillerato, que además de leer y escribir bien (entendiéndose por esto poseer capacidad de comprensión de lectura, y capacidad para plasmar cabalmente ideas mediante comunicaciones, ensayos etc) manejar los principios de las ciencias y las operaciones matemáticas (no con la simple memorización ), generación de destrezas de acuerdo al medio (rural, urbano), conocimientos acerca de la evolución del proceso histórico de la nación y del mundo (razonándolo y no memorizándolo) y naturalmente tener sólidos principios cívicos. Esta serie de aspectos, además de preparar para el nivel superior, capacitaría al joven para el trabajo en su entorno cercano y, al propio tiempo, despertaría sus potencialidades, espíritu crítico y capacidad de razonamiento.

En el sector tecnología, deberá crearse una plataforma de “líneas de investigación consensuadas”, alrededor de los que se alineen todas las Universidades, Centros de Investigación, tanto a nivel de pregrado como de postgrado y de Doctorado. El diseño del menú de estas líneas de investigación, debe partir de la base de nuestras potencialidades reales y por desarrollar. Esta yunta, constituiría un golpe de ariete a nuestra maltrecha condición tecnológica, facilitando esquemas para innovar y para crear conocimiento aplicado.

Este podría ser el giro necesario e impostergable que como país debemos dar. Un cambio que permitiría la creación, uso y adaptación del conocimiento, para crear nuevas aplicaciones, nuevos ciudadanos para nuestras ciudades (como preconizaba Don Simón Rodríguez) nuevas empresas, nuevos empleos y horizontes a desarrollar. Un plan con estas características, podría frenar los vaticinios que se vienen haciendo en cuanto al rezago de estas latitudes. Los ejemplos de India, Singapur y otros países emergentes son más que diáfanos en este sentido.

¿Qué podría hacerse en un mientras tanto se instrumenten planes ambiciosos y necesarios de este corte? Mucho. Podría cada docente desde su pequeño entorno, desde esa isla de Robinson que somos y que contiene a los alumnos, repensar la manera en que impartimos las clases, programar actividades que acerquen a sus estudiantes al perfil emergente que requieren. Ello, claro está, demanda trabajo, mucho trabajo, sacrificar horas, pero generaría un gratificante resultado: en primer lugar potenciar esa vocación de docencia al servicio de sus semejantes, por otro (además de la positiva transformación en el niño-joven) realizarse como ciudadanos generadores de ese futuro que todos en esta tierra de gracias merecemos. Una manera de que sea menos pesado este giro personal, es el de acordar con otros docentes esta hermosa y necesaria tarea del mientras tanto. Nadie de todo lo positivo y grandioso que es capaz hasta que lo intenta y lo comprueba.

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