Por José Brechner
De todos los “iluminados” que se meten en política, no hay más peligrosos que los clérigos. Parece que la glotonería por alimentar sus egos con un público más numeroso que el que asiste a sus lugares de oración, les provoca una desmedida ambición que usualmente termina mal.
En el cristianismo los teólogos de la liberación hicieron dar tumbos al Vaticano, a la religión católica y a la sociedad general. Sus efectos son visibles en los gobiernos izquierdistas-populistas, antidemocráticos, hoy en el poder en Latinoamérica. Los imanes son los intelectuales del islamofascismo que está aterrorizando al mundo, y en Buenos Aires, existe un falso rabino llamado Sergio Bergman que se desvive por tomar control sobre la comunidad judía argentina y sus instituciones, pero ya recibió su primer sopapo electoral, perdiendo contra la lista ortodoxa para la dirección de la AMIA. Su fracaso fue rotundo, apenas obtuvo 21 por ciento de los votos.
Bergman es de los que manipula la religión torciéndola a su medida, en vez de aceptando las instrucciones de Dios, que han venido funcionado efectivamente por más de 3.300 años, haciendo que el pueblo judío se mantenga vivo y vibrante, pese a las incomparables adversidades que sufrió, y sigue confrontando, manteniendo una fortaleza y autoridad moral que pocos pueden igualar. No por nada, las leyes básicas que sostienen a la civilización occidental, y que perduran inmutables tras los siglos, están basadas en los Diez Mandamientos.
El judaísmo no sólo es una religión, es un tratado de leyes y un sistema, para llevar una vida en perfecta armonía entre espíritu y materia. La Torá es el ADN del universo. Su estudio revela los secretos del cosmos. A los judíos se nos ha acusado de cualquier cosa, pero nadie se atrevió a decir jamás que seamos estúpidos. Newton dijo: “Todo es Dios”; Einstein dijo: “De lo único que tengo certeza absoluta es de la existencia de Dios”. Si ambos científicos --que dedicaron su vida al estudio minucioso de la naturaleza y las fuerzas escondidas en ella-- llegaron a esa conclusión, debe haber algo que los simples humanos deberíamos aceptar y respetar con más humildad.
Bergman es producto del esnobismo bonaerense, y su habitual crítica al judaísmo ortodoxo, es por las meras apariencias. Su objeción contra aquellos judíos con los que no puede competir intelectualmente, es: que usan ropas del siglo XVIII. Su mayor molestia es la moda. Proveniente de una sociedad estereotipada, que imita lo superficial, y si te sales de la corriente te miran como bicho raro, Bergman encaja con la cursilería popular. Él prefiere mostrarse con traje de baño y bandana, tomando sol en Punta del Este. Si ese es un líder espiritual, todos los demás merecemos el título de místicos y santos.
Bergman junto al “Seminario Rabínico Latinoamericano”, busca prosélitos a quienes convierten a su estilo de judaísmo por dinero. La convicción del prosélito no les es de mayor importancia. La mayoría de sus conversos, son individuos que adoptan circunstancialmente la religión para casarse con alguien de la comunidad hebrea. Habría que ver, cuántas de esas personas mantienen su judaísmo después del divorcio, que hoy afecta a cristianos y judíos por igual, en más del 50 por ciento de los matrimonios.
El caso Bergman es peculiar, porque intenta incursionar en política aprovechándose del título de rabino, que en su caso, no es aceptado por el Rabinato de Israel, pero sí por el gobierno argentino, lo que según él, le da autoridad para conservarlo y utilizarlo públicamente. En una entrevista publicada en el periódico israelí Haaretz, dijo que tenía más gente que lo respalda entre los gentiles que entre los judíos, lo cual es lógico, porque los que entienden de judaísmo saben que Bergman no cumple con los requisitos de tan alta investidura; mientras que para los gentiles es un espécimen digno de observar y escuchar. Su discurso típico es: que el problema argentino es “espiritual”. Seguramente él es el salvador.
Los clérigos islamistas hacen terrorismo, los curas de la liberación comunismo, y Bergman hace proselitismo, con fines políticos y económicos, como es norma entre los que buscan acólitos.
El Seminario Rabínico no sólo actúa en la Argentina, sino también en otros países del subcontinente, enviando emisarios que recaudan dinero de nuevos conversos. Si pensaron convertir a los 15 millones de brasileros, que se consideran descendientes de judíos que escaparon de la Inquisición, el negocio puede ser muy lucrativo. Lamentablemente, su conversión no sería aceptada por los rabinos de Israel, de igual forma que no son, ninguna de las hasta ahora efectuadas por esa organización. (Los que pagaron, pueden empezar a reclamar).
De todos los “iluminados” que se meten en política, no hay más peligrosos que los clérigos. Parece que la glotonería por alimentar sus egos con un público más numeroso que el que asiste a sus lugares de oración, les provoca una desmedida ambición que usualmente termina mal.
En el cristianismo los teólogos de la liberación hicieron dar tumbos al Vaticano, a la religión católica y a la sociedad general. Sus efectos son visibles en los gobiernos izquierdistas-populistas, antidemocráticos, hoy en el poder en Latinoamérica. Los imanes son los intelectuales del islamofascismo que está aterrorizando al mundo, y en Buenos Aires, existe un falso rabino llamado Sergio Bergman que se desvive por tomar control sobre la comunidad judía argentina y sus instituciones, pero ya recibió su primer sopapo electoral, perdiendo contra la lista ortodoxa para la dirección de la AMIA. Su fracaso fue rotundo, apenas obtuvo 21 por ciento de los votos.
Bergman es de los que manipula la religión torciéndola a su medida, en vez de aceptando las instrucciones de Dios, que han venido funcionado efectivamente por más de 3.300 años, haciendo que el pueblo judío se mantenga vivo y vibrante, pese a las incomparables adversidades que sufrió, y sigue confrontando, manteniendo una fortaleza y autoridad moral que pocos pueden igualar. No por nada, las leyes básicas que sostienen a la civilización occidental, y que perduran inmutables tras los siglos, están basadas en los Diez Mandamientos.
El judaísmo no sólo es una religión, es un tratado de leyes y un sistema, para llevar una vida en perfecta armonía entre espíritu y materia. La Torá es el ADN del universo. Su estudio revela los secretos del cosmos. A los judíos se nos ha acusado de cualquier cosa, pero nadie se atrevió a decir jamás que seamos estúpidos. Newton dijo: “Todo es Dios”; Einstein dijo: “De lo único que tengo certeza absoluta es de la existencia de Dios”. Si ambos científicos --que dedicaron su vida al estudio minucioso de la naturaleza y las fuerzas escondidas en ella-- llegaron a esa conclusión, debe haber algo que los simples humanos deberíamos aceptar y respetar con más humildad.
Bergman es producto del esnobismo bonaerense, y su habitual crítica al judaísmo ortodoxo, es por las meras apariencias. Su objeción contra aquellos judíos con los que no puede competir intelectualmente, es: que usan ropas del siglo XVIII. Su mayor molestia es la moda. Proveniente de una sociedad estereotipada, que imita lo superficial, y si te sales de la corriente te miran como bicho raro, Bergman encaja con la cursilería popular. Él prefiere mostrarse con traje de baño y bandana, tomando sol en Punta del Este. Si ese es un líder espiritual, todos los demás merecemos el título de místicos y santos.
Bergman junto al “Seminario Rabínico Latinoamericano”, busca prosélitos a quienes convierten a su estilo de judaísmo por dinero. La convicción del prosélito no les es de mayor importancia. La mayoría de sus conversos, son individuos que adoptan circunstancialmente la religión para casarse con alguien de la comunidad hebrea. Habría que ver, cuántas de esas personas mantienen su judaísmo después del divorcio, que hoy afecta a cristianos y judíos por igual, en más del 50 por ciento de los matrimonios.
El caso Bergman es peculiar, porque intenta incursionar en política aprovechándose del título de rabino, que en su caso, no es aceptado por el Rabinato de Israel, pero sí por el gobierno argentino, lo que según él, le da autoridad para conservarlo y utilizarlo públicamente. En una entrevista publicada en el periódico israelí Haaretz, dijo que tenía más gente que lo respalda entre los gentiles que entre los judíos, lo cual es lógico, porque los que entienden de judaísmo saben que Bergman no cumple con los requisitos de tan alta investidura; mientras que para los gentiles es un espécimen digno de observar y escuchar. Su discurso típico es: que el problema argentino es “espiritual”. Seguramente él es el salvador.
Los clérigos islamistas hacen terrorismo, los curas de la liberación comunismo, y Bergman hace proselitismo, con fines políticos y económicos, como es norma entre los que buscan acólitos.
El Seminario Rabínico no sólo actúa en la Argentina, sino también en otros países del subcontinente, enviando emisarios que recaudan dinero de nuevos conversos. Si pensaron convertir a los 15 millones de brasileros, que se consideran descendientes de judíos que escaparon de la Inquisición, el negocio puede ser muy lucrativo. Lamentablemente, su conversión no sería aceptada por los rabinos de Israel, de igual forma que no son, ninguna de las hasta ahora efectuadas por esa organización. (Los que pagaron, pueden empezar a reclamar).
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