29 abril 2008

A diez años de la despedida de Octavio Paz


Por José Alberto Medina Molero

Un gran pensador Mexicano y Latinoamericano.
A diez años de su partida a la eternidad. Sus reflexiones son aplicables a cualquiera de los países del subcontinente.

Fragmentos de "El laberinto de la soledad"

"Si somos un pueblo ritual, sensible y despierto, no podemos ser un pueblo de solitarios. La soledad de un poeta no configura la soledad de un pueblo. Observamos nuestras fiestas civiles y nuestras fiestas religiosas. Danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos de colores violentos -para que se vean-, plazas y mercados pletóricos de compradores y de simples paseantes, calendario poblado de días de asueto para celebrar una victoria militar, el día del trabajo, la Virgen de Guadalupe o la Constitución de 1917. Celebramos en nuestras ciudades y pueblos, con unción y periodicidad, el día del santo patrón. Los barrios se engalanan con sus festejos religiosos y las ferias dejan oír mariachis, cohetes, silbidos, canciones rancheras y balazos al aire. Si México fuese un país de solitarios, México no estaría en fiesta permanente." "Yo diría que derrochamos energías en saraos y convivios. Somos ricos en compadres y comadres. Exhibimos abundancia de sociabilidad, porque somos hombres de ágora y no de reclusión solitaria. Decir que "la Fiesta es un regreso a un estado remoto e indiferenciado, prenatal o presocial"……”Gracias a las fiestas el mexicano se abre, participa, comulga con sus semejantes y con los valores que dan sentido a su existencia religiosa o política. Y es significativo que un país tan triste como el nuestro tenga tantas y tan alegres fiestas. Su frecuencia, el brillo que alcanzan, el entusiasmo con que todos participamos, parecen revelar que, sin ellas, estallaríamos. Ellas nos liberan, así sea momentáneamente, de todos esos impulsos sin salida y de todas esas materias inflamables que guardamos en nuestro interior. Pero a diferencia de lo que ocurre en otras sociedades, la fiesta mexicana no es nada más un regreso a un estado original de indiferenciación y libertad; el mexicano no intenta regresar, sino salir de sí mismo, sobrepasarse. Entre nosotros la fiesta es una explosión, un estallido. Muerte y vida, júbilo y lamento, canto y aullido se alían en nuestros festejos, no para recrearse o reconocerse, sino para entredevorarse. No hay nada más alegre que una fiesta mexicana, pero también no hay nada más triste. La noche de fiesta es también noche de duelo….”

Octavio Paz

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