Fue nuevamente 13 de abril. No de 2002 sino de 2007, eso sí, con más envejecimiento que nunca debido a un lustro inolvidable e insolente. Quinto aniversario de lo que ahora el procerato chavista llama “gesta por la dignidad del pueblo” y otras frases acuñadas para la ocasión. Momento donde muchos lloran lo que nunca ocurrió y otros amasan sus manos para continuar el ritmo de la rapiña y la ostentación nuevorriquista, por cierto, jamás denunciada por el Señor Obispo del Táchira y los cientos de sacerdotes y ministros del “culto” que dicen ser los voceros de los oprimidos.
Algarabía y fiesta pagana -y pagada- en memoria del resurgir entre aquellas horas de tinieblas para la revolución bolivariana -ex abundantia cordis os loquitur-. Remordimientos y, por qué no decirlo, nostalgia, ante la evocación del retorno caudillezco de ese Jefe de Estado que aniquiló la mismísima historia republicana, valga decir, mermó el imaginario de pueblo para cambiarlo por el de chusma. Total, como suspiraría Horacio ¡In vitium ducit culpae fuga!
Pero más allá de los sentimientos encontrados, nos ha sorprendido la falta de calidez por el recuerdo de esta fecha tan nefasta. Por ejemplo, en Caracas, todos los servicios de transporte oficiales fueron gratis. Uno entraba al metro, como de costumbre, y se topaba con cientos de venezolanos que mostraban sus camisitas rojas rojitas de cada dependencia oficial, sin que sus rostros dieran cuenta de la felicidad convocada por el Señor Presidente o la frenética campaña mediática de Venezolana de Televisión. En el resto de la ciudad el mismo cuadro se repetía una y otra vez.
Fachadas relucientes y rollizas, pero, espíritus anémicos que a pesar de estar recibiendo su “cheque de la dignidad” reflejaban la faz de quien se sabe deudor eterno ante un nuevo amo que le ha esclavizado para supuestamente liberarlo del imperio y cuantos adjetivos encuentre.
Como en alguna oportunidad lo he explicitado, al chavismo le sobra irritación y fuerza, incluso, tesón para ciertas tareas, pero, carece de alegría sincera y fortaleza para continuar en la lucha que otrora fue por la revolución y ahora por el sintagmático y enigmático “socialismo del siglo XXI”. Cual chusma de la Roma Imperial, ese nuevo socialismo aniquila la individualidad para someter a esa gran masa de venezolanos en la más prefabricada mentira oída por la República.
Sin embargo, a pesar de la cantidad de zombis portando las franelas rojitas, nos preocuparon dos hechos, en esta fecha, que debemos lamentar todos los venezolanos, sea cual sea nuestra tolda, ideología, e inclusive, confesionalidad. En pleno acto de la Avenida Urdaneta, ante ese verbo de exterminador combinado con el de predicador evangélico, el Señor Presidente exhortó a toda la FAN a resguardar al socialismo y no a la Constitución y a la patria por la cual juraron. En un acto criminal, el caudillo lanzó consignas como Supremo Comandante para alejarse de la “institucionalidad”, al considerarla hipocresía. Y ante ese cuadro, vimos cómo la otrora dignidad del cadete trasmutó en burda adulancia de chusma socialista. Apreciados lectores, nuestra FAN no pertenece a ningún sector. Ellas son garantes de ellas mismas, y desde la independencia, han tenido sus objetivos y razón de ser claros: defender a Venezuela de las agresiones y de los opresores por mucho que éstos últimos se aclamen defensores de lo indefendible.
Qui habet aures audiendi audiat.
Algarabía y fiesta pagana -y pagada- en memoria del resurgir entre aquellas horas de tinieblas para la revolución bolivariana -ex abundantia cordis os loquitur-. Remordimientos y, por qué no decirlo, nostalgia, ante la evocación del retorno caudillezco de ese Jefe de Estado que aniquiló la mismísima historia republicana, valga decir, mermó el imaginario de pueblo para cambiarlo por el de chusma. Total, como suspiraría Horacio ¡In vitium ducit culpae fuga!
Pero más allá de los sentimientos encontrados, nos ha sorprendido la falta de calidez por el recuerdo de esta fecha tan nefasta. Por ejemplo, en Caracas, todos los servicios de transporte oficiales fueron gratis. Uno entraba al metro, como de costumbre, y se topaba con cientos de venezolanos que mostraban sus camisitas rojas rojitas de cada dependencia oficial, sin que sus rostros dieran cuenta de la felicidad convocada por el Señor Presidente o la frenética campaña mediática de Venezolana de Televisión. En el resto de la ciudad el mismo cuadro se repetía una y otra vez.
Fachadas relucientes y rollizas, pero, espíritus anémicos que a pesar de estar recibiendo su “cheque de la dignidad” reflejaban la faz de quien se sabe deudor eterno ante un nuevo amo que le ha esclavizado para supuestamente liberarlo del imperio y cuantos adjetivos encuentre.
Como en alguna oportunidad lo he explicitado, al chavismo le sobra irritación y fuerza, incluso, tesón para ciertas tareas, pero, carece de alegría sincera y fortaleza para continuar en la lucha que otrora fue por la revolución y ahora por el sintagmático y enigmático “socialismo del siglo XXI”. Cual chusma de la Roma Imperial, ese nuevo socialismo aniquila la individualidad para someter a esa gran masa de venezolanos en la más prefabricada mentira oída por la República.
Sin embargo, a pesar de la cantidad de zombis portando las franelas rojitas, nos preocuparon dos hechos, en esta fecha, que debemos lamentar todos los venezolanos, sea cual sea nuestra tolda, ideología, e inclusive, confesionalidad. En pleno acto de la Avenida Urdaneta, ante ese verbo de exterminador combinado con el de predicador evangélico, el Señor Presidente exhortó a toda la FAN a resguardar al socialismo y no a la Constitución y a la patria por la cual juraron. En un acto criminal, el caudillo lanzó consignas como Supremo Comandante para alejarse de la “institucionalidad”, al considerarla hipocresía. Y ante ese cuadro, vimos cómo la otrora dignidad del cadete trasmutó en burda adulancia de chusma socialista. Apreciados lectores, nuestra FAN no pertenece a ningún sector. Ellas son garantes de ellas mismas, y desde la independencia, han tenido sus objetivos y razón de ser claros: defender a Venezuela de las agresiones y de los opresores por mucho que éstos últimos se aclamen defensores de lo indefendible.
Qui habet aures audiendi audiat.
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