Quiero ser enfático en calificar como bochornoso, insolente e intolerable el procedimiento impuesto por parte del Estado venezolano con el anunciado propósito de adquirir el control de una empresa de servicios básicos, pero cuyo objetivo es el desdichado propósito de atropellar al grupo minoritario de accionistas que con la buena intención de hacer multiplicar sus ahorros, pensiones y escasos recursos tuvo la osadía, pues no de otra manera pueden llamarse estos buenos gestos en nuestro país, de creer en una empresa que cuando menos era menos irregular e irreverente que otras del entorno económico en el manejo de recursos captados del público.
Me refiero por supuesto al asalto que ahora pretender realizarse contra los dueños de la parte menor que integra el capital de la Electricidad de Caracas.
Las operaciones iniciadas para la toma de control ponen en evidencia que lo planificado es un verdadero "atraco" contra unos cuantos miles de modestos pequeños inversionistas que creyendo en esa fuente de riqueza y acompasando el destino de una empresa para servicios públicos, se mantuvieron como accionistas minoritarios en el capital de la mencionada empresa.
Insólitamente y bajo los argumentos más pueriles, como pueden resultar ser las invocadas pretensiones de defender la obligación asumida por el Estado de garantizar los servicios básicos de la población, en particular los de generación y distribución de fuerza eléctrica y alumbrado y luego de haber demostrado tradicional y adicionalmente la más olímpica indiferencia en el manejo de industrias similares, se pretende ahora justificar su buena gestión, en momentos en que precisamente no han demostrado ni eficiencia ni cumplimiento de sus metas.
El fariseísmo de la gente de gobierno es de tal envergadura que se ha pretendido sostener que a los accionistas mencionados se les está reconociendo un generoso precio, olvidando que lo ofrecido no es sino efímera parte de lo que a valor de mercado constituye el importe de valiosos activos e instalaciones.
La comparación que se formula con el precio vil y que por captura de oportunidad logró la accionista mayoritaria al adquirir y ahora revender la mayoría, beneficiada no sólo por esa presión ante el hambriento y despilfarrador anterior titular de acciones, reforzó el entonces buen negocio con los adicionales beneficios del manejo absoluto de la administración de ese patrimonio, del cual se sustrajeron valiosos activos e inversiones, que engrosaron los caudales del mayoritario.
Así, pues, que recibir ahora por ese socio mayoritario un precio que ni se compara favorablemente con el de su adquisición, sigue siendo magnífico negocio, y nada tiene arriesgado por sobre dichos montos, pues ya también habían hecho su "agosto" con los precios de activos e inversiones que eran del patrimonio de la entidad y fueron enajenados a su real antojo y voluntad.
Ante ese hecho, y no obstante que el Estado lo conocía, como ahora no queda lugar a dudas para el más lego de que así era, ese ahora pretendido justiciero Estado jamás resolvió arrebatarle ni privarle esa inversión mal habida y mal pagada, a la susodicha inversionista extranjera.
Esa oferta de quinientos y tantos bolívares que se pretende sea la que establece el más justo y adecuado valor de cada acción de los minoritarios, no es siquiera un monto equitativo ni representativo de lo que fueron las inversiones iniciales mantenidas durante años, a costa de sacrificios y soportar también abusos por parte de las administraciones anteriores de dicha empresa.
Las solas inversiones en las instalaciones de tendidos y líneas y los equipos afectos a la actividad, sin tomar en cuenta mayores revalorizaciones a las que con toda justicia tendrían derecho esos accionistas, hacen aparecer lo vil del precio ofrecido, y como tal injusto, leonino e impuesto a fortiori y sin recurso alguno por la fuerza omnipotente de un Estado que ha demostrado ser arbitrario e inconsecuente con sus propias ideas e igualmente dilapidador de los recursos ciudadanos.
Llama aun más a reflexión y pinta más sospechoso todavía, cuál será el seguro resultado a futuro de esas ahora propuestas nuevas inversiones a los crédulos ciudadanos, pequeños ahorristas, cuando se les promete sean dueños de los beneficios, ahorros e incrementos de patrimonio, en otra empresa con finalidad similar a la eléctrica, esto es, venta de productos energéticos, cuando que por igual los resultados de su manejo en los últimos tiempos han dejado mucho que desear.
Más temerosa resulta la faena, si como se lo tiene previsto ya se anuncia a los nuevos inversionistas que a futuro su inversión financiera pueda ser convertida en participaciones del capital de esa misma empresa ya en vías de devastación.
Como soy de los que mi dinero y patrimonio me han costado mucho sudor y más lágrimas que a otros cientos de vivos nacionales o extranjeros, políticos, y otras especies de capitalistas o socialistas, sí les digo que no estoy dispuesto a entregar voluntariamente lo que me ha costado sacrificios y esfuerzos.
Si como se lo ve y divulga, con bombos y platillos es amenazar a los que humildemente hemos mantenido nuestras pequeñas inversiones y ahorros como creyentes en empresas privadas nacionales, o en otros términos se nos extorsiona para que entreguemos lo que en propiedad es nuestro, me lo tendrán que arrebatar por las malas, pues no lo entregaré voluntariamente ni aun bajo violencia y amenazas del omnímodo poder sin límites de un Estado arbitrario y mentiroso, que se dice socialista para lo que le conviene, pero resulta más vil e imperdonable capitalista fariseo que cualquier entidad empresarial neocapitalista nata.
A mí me expropiarán y me violarán mis derechos, como ya lo han venido haciendo pausada, callada o taimadamente con otros rubros y bienes, materiales y aun espirituales, pero yo no entrego ni regalo lo que es mío, y mucho menos a quienes no sólo no lo merecen, sino que han demostrado hasta la saciedad no saber cómo manejar lo público, ni preservar el patrimonio de la nación.
Finalmente yo insto a mis compatriotas y a mis pobres compañeros de destino, co-pequeños accionistas de la Electricidad, al igual que a los desafortunados otros miles de creyentes en C.A.N.T.V., a que no entreguen ni regalen lo que tanto les costó tener.
Si el arbitrario Estado y sus atípicas autoridades de turno nos atropellan, ya vendrán tiempos mejores, pues no hay mal que dure cien años ni cuerpos que lo resistan, en que se nos tendrán que reconocer los bienes y valores de los que hemos sido injustamente despojados y tendrán que resarcírsenos de dichos daños, tal como ha ocurrido en otras latitudes y por hechos similares, cometidos también por gobiernos de turno autócratas, antidemocráticos, usurpadores y bandidos.
Si por lo dicho, que en buen derecho significa defenderme del atropello que se pretende cometer en contra de mis bienes y persona, debo perder mi libertad y aun la vida, así será, pero no doblegarán mi espíritu, ni los de quienes, como yo, hemos sido fuente de trabajo y riqueza para nuestro país, y ahora se nos quiere despojar vilmente de lo que en buena lid hemos creado, incrementado y fomentado.
Me refiero por supuesto al asalto que ahora pretender realizarse contra los dueños de la parte menor que integra el capital de la Electricidad de Caracas.
Las operaciones iniciadas para la toma de control ponen en evidencia que lo planificado es un verdadero "atraco" contra unos cuantos miles de modestos pequeños inversionistas que creyendo en esa fuente de riqueza y acompasando el destino de una empresa para servicios públicos, se mantuvieron como accionistas minoritarios en el capital de la mencionada empresa.
Insólitamente y bajo los argumentos más pueriles, como pueden resultar ser las invocadas pretensiones de defender la obligación asumida por el Estado de garantizar los servicios básicos de la población, en particular los de generación y distribución de fuerza eléctrica y alumbrado y luego de haber demostrado tradicional y adicionalmente la más olímpica indiferencia en el manejo de industrias similares, se pretende ahora justificar su buena gestión, en momentos en que precisamente no han demostrado ni eficiencia ni cumplimiento de sus metas.
El fariseísmo de la gente de gobierno es de tal envergadura que se ha pretendido sostener que a los accionistas mencionados se les está reconociendo un generoso precio, olvidando que lo ofrecido no es sino efímera parte de lo que a valor de mercado constituye el importe de valiosos activos e instalaciones.
La comparación que se formula con el precio vil y que por captura de oportunidad logró la accionista mayoritaria al adquirir y ahora revender la mayoría, beneficiada no sólo por esa presión ante el hambriento y despilfarrador anterior titular de acciones, reforzó el entonces buen negocio con los adicionales beneficios del manejo absoluto de la administración de ese patrimonio, del cual se sustrajeron valiosos activos e inversiones, que engrosaron los caudales del mayoritario.
Así, pues, que recibir ahora por ese socio mayoritario un precio que ni se compara favorablemente con el de su adquisición, sigue siendo magnífico negocio, y nada tiene arriesgado por sobre dichos montos, pues ya también habían hecho su "agosto" con los precios de activos e inversiones que eran del patrimonio de la entidad y fueron enajenados a su real antojo y voluntad.
Ante ese hecho, y no obstante que el Estado lo conocía, como ahora no queda lugar a dudas para el más lego de que así era, ese ahora pretendido justiciero Estado jamás resolvió arrebatarle ni privarle esa inversión mal habida y mal pagada, a la susodicha inversionista extranjera.
Esa oferta de quinientos y tantos bolívares que se pretende sea la que establece el más justo y adecuado valor de cada acción de los minoritarios, no es siquiera un monto equitativo ni representativo de lo que fueron las inversiones iniciales mantenidas durante años, a costa de sacrificios y soportar también abusos por parte de las administraciones anteriores de dicha empresa.
Las solas inversiones en las instalaciones de tendidos y líneas y los equipos afectos a la actividad, sin tomar en cuenta mayores revalorizaciones a las que con toda justicia tendrían derecho esos accionistas, hacen aparecer lo vil del precio ofrecido, y como tal injusto, leonino e impuesto a fortiori y sin recurso alguno por la fuerza omnipotente de un Estado que ha demostrado ser arbitrario e inconsecuente con sus propias ideas e igualmente dilapidador de los recursos ciudadanos.
Llama aun más a reflexión y pinta más sospechoso todavía, cuál será el seguro resultado a futuro de esas ahora propuestas nuevas inversiones a los crédulos ciudadanos, pequeños ahorristas, cuando se les promete sean dueños de los beneficios, ahorros e incrementos de patrimonio, en otra empresa con finalidad similar a la eléctrica, esto es, venta de productos energéticos, cuando que por igual los resultados de su manejo en los últimos tiempos han dejado mucho que desear.
Más temerosa resulta la faena, si como se lo tiene previsto ya se anuncia a los nuevos inversionistas que a futuro su inversión financiera pueda ser convertida en participaciones del capital de esa misma empresa ya en vías de devastación.
Como soy de los que mi dinero y patrimonio me han costado mucho sudor y más lágrimas que a otros cientos de vivos nacionales o extranjeros, políticos, y otras especies de capitalistas o socialistas, sí les digo que no estoy dispuesto a entregar voluntariamente lo que me ha costado sacrificios y esfuerzos.
Si como se lo ve y divulga, con bombos y platillos es amenazar a los que humildemente hemos mantenido nuestras pequeñas inversiones y ahorros como creyentes en empresas privadas nacionales, o en otros términos se nos extorsiona para que entreguemos lo que en propiedad es nuestro, me lo tendrán que arrebatar por las malas, pues no lo entregaré voluntariamente ni aun bajo violencia y amenazas del omnímodo poder sin límites de un Estado arbitrario y mentiroso, que se dice socialista para lo que le conviene, pero resulta más vil e imperdonable capitalista fariseo que cualquier entidad empresarial neocapitalista nata.
A mí me expropiarán y me violarán mis derechos, como ya lo han venido haciendo pausada, callada o taimadamente con otros rubros y bienes, materiales y aun espirituales, pero yo no entrego ni regalo lo que es mío, y mucho menos a quienes no sólo no lo merecen, sino que han demostrado hasta la saciedad no saber cómo manejar lo público, ni preservar el patrimonio de la nación.
Finalmente yo insto a mis compatriotas y a mis pobres compañeros de destino, co-pequeños accionistas de la Electricidad, al igual que a los desafortunados otros miles de creyentes en C.A.N.T.V., a que no entreguen ni regalen lo que tanto les costó tener.
Si el arbitrario Estado y sus atípicas autoridades de turno nos atropellan, ya vendrán tiempos mejores, pues no hay mal que dure cien años ni cuerpos que lo resistan, en que se nos tendrán que reconocer los bienes y valores de los que hemos sido injustamente despojados y tendrán que resarcírsenos de dichos daños, tal como ha ocurrido en otras latitudes y por hechos similares, cometidos también por gobiernos de turno autócratas, antidemocráticos, usurpadores y bandidos.
Si por lo dicho, que en buen derecho significa defenderme del atropello que se pretende cometer en contra de mis bienes y persona, debo perder mi libertad y aun la vida, así será, pero no doblegarán mi espíritu, ni los de quienes, como yo, hemos sido fuente de trabajo y riqueza para nuestro país, y ahora se nos quiere despojar vilmente de lo que en buena lid hemos creado, incrementado y fomentado.
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