26 febrero 2007

La palabra

Delfina Acosta

ABCdigital

Cuando Antón Pávlovich Chéjov, el autor de “La estepa”, “El jardín de los cerezos”, “Mi vida”, etc., empezó a escribir para algunos periódicos cuentos cortos, que llegaban profundamente al lector de la época de Alejandro III, se impuso el estilo chejoviano. Es que el genial escritor ruso, sin entrar en los términos directos, en la denuncia concreta, supo igualmente hallar las palabras que mostraran los tiempos de crueldad y desolación vividos por gentes anónimas durante ese tiempo. En él se encuentra una fuente inacabable de estrategia lingüística. La estrategia de la palabra es un desafío diario para muchas personas, y a través de tal estrategia, han surgido, surgen y seguirán surgiendo, nombres de escritores y periodistas con mucha influencia en sus países, y -¿por qué no?- en el mundo.

Hay palabras tremendas, volcánicas, que suenan a tambores de guerra, a disparos de armas, como las que lanzaba Adolfo Hitler ante el pueblo alemán. Esas palabras han traído sangre, muerte y desolación.

Existen libros que cambiaron el curso de la historia, como “La cabaña del tío Tom”. La novela, escrita por Harriet Beecher Stowe, narraba la desdichada existencia de los esclavos negros en el sur de los Estados Unidos, y causó impacto en los lectores de la época. De hecho, precipitó la guerra entre norteños y sureños. Imagine el lector cómo la pluma de la escritora, al escenificar la catástrofe cotidiana vivida por hombres, mujeres y niños privados de su libertad, quebró la piedra de la paz, precipitó la guerra, trayendo consigo un duro revés para los crueles esclavistas sureños. Recuerde -también el lector- que un libro no es solamente un conjunto de páginas donde maquina, piensa y cavila, permanente, infinitamente, todo un aparato lingüístico. El libro es un ser humano, un hombre, una mujer, un Estado, un Gobierno, un pueblo, si el autor sabe apropiarse del lenguaje apropiado para el tiempo y las circunstancias que vive la gente.

La prensa es la gran voz de los anónimos. Por otro lado, la prensa en el Paraguay presta un servicio de información, para que los hombres y las mujeres sepan en dónde estamos y cómo estamos dentro del engranaje de la política, la salud, la educación y la economía. El pueblo no puede guardar silencio ante las situaciones que salen de los límites diariamente y lo mantienen en la miseria. En la prensa el pueblo ve representado su drama, muchas veces. ¿Qué saben los demás de la existencia de los pobres? ¿Cuánto saben? Pues es para contar: poco dinero, casi nada en los bolsillos; mucha hambre nocturna antes de irse a dormir; indignación ante los innumerables atropellos a sus derechos; asco frente a un sistema político que se ha convertido en una máquina de robar el dinero del Estado.

Vivimos tiempos en que para muchas personas la vida se ha tornado intolerable. Los mafiosos han copado el poder, y cada vez son más. Entonces revienta, asqueada, la palabra pública. Y la palabra va de casa en casa, toca el corazón y la conciencia de los hombres. La palabra toma su camino, se abre paso entre otras voces, sortea dificultades, levanta las mantas pesadas que cubren la podredumbre, no le teme a nadie; sólo le teme al temor. La palabra sincera, directa, llega de improviso, corta el silencio, enciende las luces. “Hágase la voz”, pareciera decir, y por ella hablan los oprimidos, los débiles, los pobres entre los pobres. Por ella se hacen oír los hombres que por una paga miserable deben llevar sobre sus hombros fardos de días agotadores mientras los demás... Por ella gritan los que están hastiados de este Gobierno corrupto.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Exprésate libremente.
En este blog no se permiten comentarios de personas anónimas.