18 febrero 2007

La Ciencia y el delito de opinión

Por Amalio Belmonte

“La investigación de la verdad científica, emancipada de los intereses prácticos de la vida cotidiana, debería ser sagrada para cualquier poder estadual, y es de sumo interés para el mundo que a los sinceros servidores de la verdad se les deje en paz y tranquilidad”. (Albert Einstein, en carta que denominó Fascismo y Ciencia, dirigida al ministro Rocco, encargado por Mussolini para exigir a los científicos, profesores e intelectuales fidelidad al sistema fascista.

Recientemente, la Dra. Gioconda San Blas fue incorporada a la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Es la primera mujer que recibe este reconocimiento que dignifica a la Academia venezolana.

Su discurso de orden recogió muchos de los retos y amenazas que vive el país. Dedicó especial énfasis a las políticas oficiales relacionadas con la educación, propiciadoras del pensamiento único y la ideologización forzada, expresadas a través de distintos programas, que incluyen, ahora, el denominado “Motor Moral y Luces de la Revolución“ para crear el fundamento ideológico del gobierno como alternativa ante los supuestos antivalores de la educación burguesa (Adán Chávez dixit), para corregir los efectos negativos sobre la conciencia nacional, de acuerdo al discurso de los voceros gubernamentales.

Apreciamos en las palabras de esta distinguida académica venezolana el reconocimiento a los inmensos aportes del esfuerzo generado por las universidades y centros de investigación para consolidar la masa crítica de la ciencia producida en el país, contraviniendo la prédica oficialista que propugna una ciencia popular, para lo cual serían prescindibles el trabajo sistemático, los méritos y las competencias. Una ciencia con “pertinencia oficial” o una educación para formar los valores del Socialismo del Siglo XXI, no requiere esas cualidades ni procedimientos.

La Dra. San Blas ilumina los desafíos que tienen los centros productores de conocimientos y sus argumentos refutan la precariedad e inconsistencia de las políticas oficiales, puestas de manifiesto en las últimas intervenciones publicas del Ministro Adán Chávez cuando niega el papel de la educación para elevar socialmente a las personas y al colectivo social, por cuanto ello sería otra “desviación pequeño burguesa”.

Un hecho muy elocuente de las dificultades que comienzan a observarse en los medios académicos ocurrió en el Instituto de Investigaciones Científicas (IVIC) cuando la directiva de ese organismo destituyó al doctor Claudio Mendoza, destacado y respetado físico venezolano, de la jefatura del laboratorio de Física de Computación, por haber emitido declaraciones sobre la posibilidad que tendría Venezuela para fabricar una bomba nuclear. Esta opinión, en palabras de Máximo García Sucre, director del IVIC, les llevó a la conclusión de que el doctor Mendoza no les merecía confianza: “Tenemos derecho a escoger la gente con la que vamos a trabajar, por lo demás no quiso recapacitar”. Se instaura así el delito de opinión en la academia venezolana, para amedrentar el pensamiento crítico y la libertad de conciencia.

Adelantándose a este irrespeto por la excelente trayectoria de uno de los más destacados físicos del país, dijo la doctora Salas, en enero de este año: “Me angustian los oscuros nubarrones que se ciernen contra la indispensable y enriquecedora libertad de expresión y cátedra, niebla que lentamente, pero sin pausa, parece estar penetrando estos rincones académicos y universitarios para impedir que de ellos emerjan ideas y pensamientos diversos, a ser libremente contrastados con el solo auxilio de la razón.”

Rechaza, como eminentes colegas suyos en el pasado, la pretensión de desconocer y descalificar la contribución de la Academia y de los científicos venezolanos con el país. Tampoco admite someter la producción de conocimientos, cultura y tecnología a los dictados de un Estado omnipotente que, en nombre de valores superiores, pretende condicionar la libertad académica, la libertad de cátedra y la misma autonomía universitaria. “Ya desde las más altas esferas del poder se nos amenaza explícitamente y sin remilgos con un inevitable conflicto con los centros del saber. Hablamos de la necesidad de hacer ciencia pertinente, es decir, aquella orientada hacia las necesidades inmediatas del país, siempre y cuando los fríos datos experimentales no resulten políticamente impertinentes, es decir, opuestos al contenido del discurso oficial “.

Una comunicación del gran Albert Einstein al Ministro encargado de la ciencia del régimen de Mussolini coincide en su fundamento con el discurso de la doctora San Blas, y valora su empeño por defender el derecho de los científicos a tener y defender sus propias convicciones, sin otra exigencia distinta a su probidad intelectual.

¡Impermeables al desaliento!

Discurso completo de la Dra. Gioconda San Blas disponible en Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales

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