08 junio 2008

Con la bitácora en el alma

Por José Alberto Medina Molero

“Mi único padre es el deseo
y mi madre la angustia del huérfano en la tierra...”

Eugenio Montejo



¿Escribir para qué? ¿En cuántas ocasiones se les ha preguntado eso a los escritores? Las respuestas son tan amplias, inacabadas y diversas como las que surgen de preguntar a lo Becker: ¿ Qué es la poesía?

Tal vez deberíamos abordar el terma preguntándonos ¿De qué esencia benditamente mágica están hechos los seres que borroneando y borroneando, van produciendo en la prevenida cuartilla, en la pantalla del ordenador, en la hoja que tiembla, ese conjunto de frutos y verdades insospechadas que llaman escritura que luego se derrama a través de nuestro ojos y son bálsamo e inquietud, iluminación y desasosiego? De esa sublime esencia de creador sin límites, de orfebre de la palabra estaba hecho nuestro gran poeta Eugenio Montejo. Ahora que comienza, a raíz de su fallecimiento, su viaje fecundo a la eternidad, también comienza a resplandecer más que nunca su obra escrita.

Montejo, irónicamente (sobre todo en un país que no está acostumbrado a leer) logró notoriedad no por su Premio de Poesía Octavio Paz (2004), sino por los versos de su autoría que el actor Sean Penn recitó en la cinta denominada “21 gramos”. Eugenio Montejo desplegó en sus poemas esa aquilatada función del alquimista , así como la hermosura del trabajo del alfarero. Tradujo las angustias que nos habitan con persistencia y sin treguas. Tomo prestado el título de esta nota de un magnifico ensayo breve de Eduardo Casanova sobre este poeta, que creo refleja muy bien la labor luminosa encarnada en los versos de Montejo. Esos versos que ojala nos enseñaran a apreciar desde los primeros grados de la escuela, desde esos años en los cuales todo es mágico, todo es real y desde los cuales pudiéramos levantarnos como seres más completos, menos mezquinos, más dados a entregarnos en servicio como lo ha hecho durante los setenta años que vivió entre nosotros un gran escritor, un gran poeta, Don Eugenio Montejo.

Buen viaje maestro. Viaja usted con la bitácora en el alma.

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