25 noviembre 2007

¿Por qué no te callas?

Por Olivia Biasini

No voy discutir el reciente incidente de la Cumbre Iberoamericana en la que nuestro presidente se dedicó a insultar al que pagaba los tragos y la fiesta, lo que me llama la atención es la repercusión mundial de las palabras del rey español, claro indicativo de un deseo inconsciente de todos los presentes en esa reunión y fuera de ella, que el rey concretó en palabras.

El silencio más resaltante, el de la presidenta Bachelet que dirigía la reunión, que no es la única a la que se debe recriminar por este hecho, porque el común de los gobiernos de América hispana, con escasas y coyunturales excepciones, se han negado a mandar a callar al desaforado en aquellas situaciones en que ha estado claramente indicado, hecho que denota que la política latinoamericana está basada en el dinero y no en los principios.

De la OEA no digo nada porque resulta más que evidente que los gobiernos reunidos en esa asamblea hemisférica se manejan igual que los mandatarios de la Cumbre. Con la honrosa excepción de la Comisión y la Corte Interamericana, que se han visto obligadas a mandar a callar al desaforado representante de Venezuela en esas instancias, y que han recriminado y ordenado al gobierno que restablezca derechos violados a los ciudadanos venezolanos, sin que este haga el menor caso a las modestas recomendaciones.

Pero no sirve de nada echarle la culpa a extranjeros cuando los venezolanos no hemos logrado, todos juntos, mandar a callar a este hombre insufrible, que se dedica por horas a insultar a todo el mundo, amigos y enemigos, que no tiene el menor respeto ni educación, que en nueve años no ha logrado hacer más de 250 mil casas, que nos tiene sometidos a un racionamiento brutal de alimentos, que ha destruido la paz del país, que reforma la constitución de todos los venezolanos a su antojo como un dictador cualquiera, que ni siquiera le llega a los talones a los dictadores, tan burdos e ignorantes como él, pero que le superan, como Guzmán Blanco, Gómez o Pérez Jiménez, en materia de ejecutorias y de orden público y que, al menos, hablaban poco.

Este desaforado mal hablante ni siquiera tiene nada bueno que contar, no es un guerrillero como Castro que debe su gloria a una victoria militar, no tiene una historia familiar entretenida o más difícil que la común de la mayoría de los venezolanos, para que nos incordie con el devenir de sus ancestros y descendientes, no ha entendido para nada lo que le explican de Marx y Lenin ni sabe de economía ni de política.

Lo único que sabe este cuertelario lo ha aprendido en los cuarteles venezolanos, junto con sus acompañantes como Arias Cárdenas, Chirinos, Baduel, Acosta Carles, Carreño y demás militares metidos a políticos. Estos señores demuestran que es necesaria una profunda reforma en el pensun de la academia militar para que estos sub productos de una pésima educación castrense puedan codearse con los actuales ejércitos profesionales civilizados.

Bien bajo hemos caído los venezolanos, que nos incordiaban los discursos de hora y media de Carlos Andrés Pérez o las insulsas y tímidas sesiones de "Habla el Presidente" de los tiempos de Caldera o que criticábamos los retruécanos de Luis Herrera, que por lo menos eran más simpáticos que las perlas groseras que ha dedicado este hombre a las mujeres, a los jueces, a los adversarios, a todo el mundo en general.

¿Por qué hemos tenido que esperar que el rey español diga lo que todo venezolano debería decirle a este hombre de una vez por todas? ¡Cállate y toma esta torta con tu reforma¡ Venezolanos, la abstención no es una alternativa.

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