19 octubre 2007

Artículo 109: La muerte de un antiguo autonomista

Por Amalio Belmonte

Con voz trepidante y seño fruncido, el diputado grita: "Ha muerto el viejo claustro" y explica, ante la cámara unicolor, las razones para renunciar, de forma irrevocable, a la condición de profesor universitario. Que reniega, luego de 30 años de engaño, a todo vínculo con la academia de la UCV: “es una farsa”, sentencia.

Con bochorno diferido, confiesa arrepentimiento por haber aspirado a cargos de dirección universitaria, que terminaban negociándose, según confiesa, en las casas de AD, COPEI y el MAS: “Las autoridades se cocinaban en esos lugares”. En tanto sus compañeros de gobierno, los profesores Trino Alcides Díaz Y Elías Eljuri, oían, indignados, tales denuestos. Menos emotivo, el Doctor Edmundo Chirinos lo observaba, con reprobación indulgente, en la pantalla azul extraplana... Otro ex rector de la UCV, afecto todavía al gobierno, no salía de su asombro con las palabras del viejo amigo, que le acusaban de converso y enemigo de la universidad proletaria, por oponerse a extender el claustro a sectores distintos a los estudiantes, profesores y egresados.

En ese trance que producen las visitas a la conciencia, continuó expiando pecados. Pedía perdón por haber pertenecido a organismos de cogobierno, poblados de oligarcas, manifestando reservas por el título y los reconocimientos obtenidos en la vieja Escuela de Periodismo, donde algo ominoso debió ocurrir cuando estudió y profesó, pero que no pudo percibir dada la inexistencia, para la ocasión, del faro luminoso del caudillo redentor, en cuyo nombre habla. No pertenezco a esa vetusta universidad, sostenía, en un intento fallido de borrar su propia historia.

Refugiado en sus nuevas convicciones autoritarias, condenó a la digna trayectoria de la autonomía universitaria: es un privilegio medieval, espetó, “más ahora, que no hace nada para estar en sintonía con el país” (el país rojo del diputado). Duda y detiene las filípicas contra su alma mater, porque el terrible recuerdo de batallas juveniles, libradas para evitar que la UCV sintonizara con los gobiernos de AD y COPEI, deviene en tormento de conciencia frente las cuales no cabe defensa alguna. Se sonroja cuando se recuerda, en el aula magna, increpando a los ministros de educación de anteriores gobiernos por cuestionar la vigencia de la autonomía.

Ahora, entregado al tándem de creyentes de la Reforma Constitucional que desean ungir al Presidente con poderes imperiales, dice que es necesario democratizar (?) a la universidad para librarla de quienes le han secuestrado su libertad ”... hay que pulverizar al viejo claustro” afirma agresivo, para construir la autonomía socialista (sic), pensando en ese paradigma de libertad académica que es la Universidad de la Habana, o en las universidades de la era soviética, o en los guardias rojos de la Revolución Cultural China que tanta democracia y autonomía prodigaron a los aterrorizados universitarios de los años 1967–1976 del inmenso país asiático.

Justifica todo ese giro copernicano de sus viejas convicciones ucevistas "porque el pueblo acudió en masa para exigir la nueva universidad que reclaman los tiempos revolucionarios”. Esa evocación acomodaticia y restrictiva de la noción de pueblo usada para Justificar desafueros revolucionarios, le impide examinar la forma como se designan las autoridades universitarias en las instituciones de educación superior intervenidas por el gobierno, igualmente en la UNEFA y en Universidad Bolivariana.

Al otrora humorista, le ocurre igual que a todos aquellos que quieren crear al hombre nuevo transformando a las personas en súbditos del poder, les molesta la creación de conocimientos, saberes y cultura sin mediaciones ni límites distintos al talento.

Las revoluciones de todo signo exigen subordinación, obediencia y renuncia a la capacidad crítica. Ello explica que el orador haya cambiado su noble y orgullosa alma mater por la Universidad de la Fuerza Armada Nacional, que haya proscrito de su vida al irreverente humorista para alojar a un incondicional militante del autoritarismo.

Es un rapto aceptado del alma, como decían de Martín Heidegger (guardando colosales distancias), cuando decidió aceptar el rectorado de la Universidad de Friburgo, designado por el Gobierno de Adolfo Hitler, justificando tal ignominia para su notable trayectoria de filósofo porque la Universidad no podía negarse a sintonizar con los nuevos tiempos: "La construcción de un nuevo mundo espiritual para el pueblo alemán se convertirá en la tarea más importante de la universidad alemana. Constituye un trabajo nacional del más alto rango y significado".

Así, la primera decisión que tomó fue no convocar más al claustro “porque era una estructura medieval, superada y caduca, incapaz de dar nuevos impulsos”. Lo pulverizó, como proclamó el diputado Herrera.

Anoche en la sesión de la Asamblea Nacional, el diputado del diputado para fundamentar la modificación del artículo 109 de la Constitución no provocó la muerte del claustro ni de la autonomía universitaria. Los santos óleos los recibió un antiguo autonomista.

¡Siempre con la Autonomía! ¡Impermeables al desaliento!

Ahora, más que nunca, unamos los esfuerzos y proyectos de quienes creemos en la democracia y en la autonomía universitaria. Por encima de cualquier diferencia está nuestra UCV.

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