08 mayo 2007

Más que un poeta

Por Delfina Acosta

Seguramente, José Luis Appleyard, que de haber vivido tendría ahora ochenta años, fue no solamente un poeta de marca mayor, sino también un personaje. Traerlo a la memoria, al recuerdo, es imaginarlo con un cigarrillo en los labios. Bohemio hasta las últimas consecuencias, parecía, a veces, perdido entre el humo de su cigarrillo, en el bar San Roque.

No importaba para él, que la noche estuviera ya muy pasada, que el frío y el viento rugieran en las calles, pues quería beber hasta la última gota la vida nocturna, charlar, celebrar la palabra, antes de mandarse a mudar a su casa. Maestro, tenía muchos seguidores. Por la profundidad de su pensamiento, por su amplia cultura, por ser, definitivamente, un artista consumado, los aprendices de poetas y los poetas ya maduros en el arte de la palabra buscaban su conversación. Cualquiera de los que lo conocimos tiene un recuerdo de su figura, de su apego a los libros, de su culto al Arte.

En una oportunidad, le pregunté sobre sus poetas preferidos. Me citó varios nombres, por cierto. “¿Y Borges?”, le pregunté. “No; no me gusta” fueron sus textuales palabras. Hijo de una época dorada de la producción literaria, su nombre hasta hoy es sinónimo de versos. Desde el punto de vista general de la poesía paraguaya, José Luis Appleyard es considerado uno de los más representativos y auténticos modelos de las letras poéticas. Con conciencia de intelectual y de poeta enfrentó la época que le tocó vivir. Sus obras adquirieron expresividad exquisita. Tal vez ellas requieran una revisión profunda de los críticos nacionales y extranjeros.

FILOSOFÍA INQUIETANTE

Sensible hasta la médula, interpretó el mundo con una actitud filosófica inquietante. Demasiado inquietante. La musicalidad, los endecasílabos, formaban parte de su oficio, de su técnica impecable. La pesadilla del mundo fue abordada por su poesía con un dejo de melancolía, de humano sufrimiento, de desamparo y soledad. Escribir le hacía falta siempre. En los versos encontraba su manera de cantar, de gemir, de florecer, de echar una semilla de trigo, de vaga ilusión, de esperanza en sí mismo. Fue el hombre que tuvo por causa la poesía. Se me ocurre que plantó una fe total en el arte.

Appleyard nació en Asunción en 1927. Hizo sus estudios primarios en su ciudad natal; obtuvo el título de bachiller en Buenos Aires. Ha sido uno de los fundadores de la Academia Literaria del colegio San José, en 1940. Recibió numerosos premios literarios. Entre sus obras publicadas se citan: Entonces era siempre (poemas) 1963, El sauce permanece (poemas) 1965, Aquel 1811 ( drama poético ) 1971, Los monólogos de José Luis Appleyard, 1973, Tomado de la mano (poemas) 1981. Ha publicado poemas y cuentos en diarios, revistas y antologías del país y del exterior.


MIRÁNDOME DE LEJOS A MÍ MISMO

Pero de tanta altura,
de tanto empeño vano de llegar a mí mismo,
de tantas noches hechas para nada,
de tanto ser la nada
la nada desovada en cada noche
para buscar la fórmula que impida,
por fin, ser nuevamente una palabra,
un silencio o una sombra entre las sábanas:
después de todo eso, me pregunto,
mirándome, de lejos, a mí mismo
qué significa el ser,
la angustia misma,
si siempre,
en cada madrugada,
en cada amanecer soy el de siempre,
este -siempre- animal que se distiende
en un solo deseo, en una sola idea,
en una noche larga y pura
por no tener a nadie,
este -siempre-animal-solo-por-siempre.
Y entonces ¿qué, Dios mío?
¿nada más que una noche que se acuesta
a mis pies, como un perro, y me revela
que nada soy, Dios mío, ni hoy ni siempre?

José Luis Appleyard


No hay comentarios :

Publicar un comentario

Exprésate libremente.
En este blog no se permiten comentarios de personas anónimas.