Compras un teléfono celular de última generación y al cabo de un año o menos la batería muere. Te cansas de recorrer las tiendas de electrónicos buscando una batería de reemplazo, pero en todas te recomiendan que adquieras un dispositivo nuevo. Compras una computadora supermoderna, superveloz, superfuncional, y cuando estás comenzando a descubrir sus múltiples -incontables- capacidades, ya ha salido al mercado otra mucho más vertiginosa y eficiente que relega a tu joven equipo al estante de los cacharros. Compras un aparato de aire acondicionado, o una nevera, o una lavadora, y en menos de dos o tres años inexplicablemente deja de enfriar, o suena como una retreta, o en plena actividad se detiene. Intentas hacer valer la garantía, pero en la tienda te dicen que no cubre esto ni aquello, o que caducó a los seis meses de la compra. Entonces recurres a los técnicos y, como en un desfile, entran y salen de tu casa, desarman el electrodoméstico, le cambian una pieza tras otra, gastas un dineral en repuestos y mano de obra, pero nada resuelve el problema.
Lo más probable -más que probable- es que al aparato no le suceda nada malo, ninguna pieza dañada, ningún cable quemado, ningún tornillo suelto. Simplemente ha dejado de funcionar porque llegó a su hora cero, a su etapa de obsolescencia programada.
El siguiente documental, titulado "Comprar-Tirar-Comprar", explica con toda claridad en qué consiste dicho programa y con qué fines ha sido diseñado e implementado en el mercado mundial desde los años veinte, cuando se creó el primer cártel internacional.
Quizás te preguntes cómo alguien como yo, que comparto, defiendo y divulgo las ideas liberales y el libre mercado, está en contra de semejante práctica. Te respondo: los fabricantes, comerciantes, empresarios y corporaciones que recurren a esta clase de artilugios para monopolizar la producción, para ganar dinero a costa de las necesidades de los consumidores y para aprovecharse de la ignorancia o de la impotencia de éstos, no son liberales, sino mercantilistas. Y si, además, por indiferencia o por negligencia dañan el ambiente y la salud de millones de seres humanos, su conducta los convierte en criminales.
Lo más probable -más que probable- es que al aparato no le suceda nada malo, ninguna pieza dañada, ningún cable quemado, ningún tornillo suelto. Simplemente ha dejado de funcionar porque llegó a su hora cero, a su etapa de obsolescencia programada.
El siguiente documental, titulado "Comprar-Tirar-Comprar", explica con toda claridad en qué consiste dicho programa y con qué fines ha sido diseñado e implementado en el mercado mundial desde los años veinte, cuando se creó el primer cártel internacional.
Quizás te preguntes cómo alguien como yo, que comparto, defiendo y divulgo las ideas liberales y el libre mercado, está en contra de semejante práctica. Te respondo: los fabricantes, comerciantes, empresarios y corporaciones que recurren a esta clase de artilugios para monopolizar la producción, para ganar dinero a costa de las necesidades de los consumidores y para aprovecharse de la ignorancia o de la impotencia de éstos, no son liberales, sino mercantilistas. Y si, además, por indiferencia o por negligencia dañan el ambiente y la salud de millones de seres humanos, su conducta los convierte en criminales.