21 enero 2007

Decir a todo que sí

Por Olivia Biasini


He tomado este título de un artículo de William Rodríguez. Recomiendo esa columna porque nos brinda una oportunidad iluminadora para establecer un análisis comparativo (Quizz) entre el socialismo ideal y el socialismo real (léase a William Izarra, William Lara, Jorge Rodríguez, y otros) que se está aplicando en Venezuela.

El socialismo ideal es como una bandera que va delante del pelotón, un sueño, una utopía, algo que está probado nunca se alcanzará pero ayuda a movilizar las emociones y es inspiración para la acción. En algunas ocasiones es utilizada por gente dominada por el ansia de poder para manipular al “pueblo”, para que doble la cabeza y diga a todo que sí, para que de amo se transforme en esclavo del Estado, fascista o marxista, a fin de cuentas: totalitario.

El liderazgo colectivo de los marxistas sólo se da cuando están en minoría, en grupos pequeños, cuando discuten todo hasta el cansancio para llegar a la solución colectiva; una decisión definitiva que siempre baja como línea suprema, pero que los participantes sinceramente creen que es la síntesis de la discusión “dialéctica”. En mayoría, adiós pluralismo y discusión.

El socialismo real es el partido único de los disciplinados que siguen línea para liberar al “pueblo”, el paso intermedio es someter a todos a un estricto seguimiento de lo “importante para el bien común” que sólo conocen los grandes líderes iluminados, por eso el pueblo siguió a Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Castro, Mao y demás “demócratas” que han aplicado el socialismo y lo han mezclado con algo que Marx nunca consideró: la psicología o sicopatología del poder. Cuando sus reinados terminan, el pueblo ni es libre ni es igual.

La contradicción de fondo es insuperable, por un lado, hay que liberar al pueblo y a los trabajadores de la ideología burguesa alienante y de la superestructura del Derecho y el Estado. En ese momento, todos seremos libres, no habrá necesidad de Estado ni de propiedad, pero, mientras tanto, para hacer la planificación central de toda la economía, se necesita un Estado gigantesco que se adueña de todo en nombre del pueblo, que usa el Derecho y la policía para someter la diversidad y la pluralidad al Soberano.

En el socialismo real no hay deliberación, el pueblo no puede estar discutiendo las distintas opciones que se le presentan, los consejos comunales cogen línea, la Asamblea Nacional ni siquiera se molesta en representar esas distintas voces, esos matices, esa pluralidad , esa libertad de opinar que Rodríguez asocia, con razón, a una sociedad libre y democrática. La Asamblea baja la cabeza y dice que sí al Supremo. Donde hay un Soberano, no hay democracia ni pueblo protagónico.

En el socialismo real no hay forma de oponer al poder soberano del Estado los valores democráticos, ni el derecho a la libre opinión o expresión, por eso es necesario ir cerrando los medios de comunicación, que sirven de correa de trasmisión del pensamiento disidente, todos, entonces, a ver VTV que mejora la salud mental, ilumina el entendimiento y transmite las líneas maestras del pensamiento único.

Los marxistas como William Rodríguez, que expresan una convicción democrática, tienen un destino en el socialismo real, primero son considerados una molestia, luego son calificados de reaccionarios, y finalmente, de contrarrevolucionarios y se les envía a un centro de reeducación. Así se llaman las cárceles en el socialismo real, porque es un delito ¡pensar!, no tiene nada de extraño que por decir “no” ambos nos encontremos en El Dorado algún día, y podamos compartir lecturas y pensamientos.

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