Una guerra es todo lo que nos falta, nada menos que con Colombia, para completar el despedazamiento del país.
La ligereza con que el Presidente venezolano ordena a los militares "prepararnos para la guerra y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra, porque es responsabilidad de todos", nos da una idea de cuál es su concepto de la paz y cuáles son los fines de su revolución.
Para desatar la guerra, basta una declaración, y lo siguiente es movilizar al Ejército con sus respectivos arsenales hacia el campo de batalla y empezar a disparar. La guerra es destrucción y destruir es fácil. Sobre todo cuando quien declara la guerra no piensa en las consecuencias.
Frente a semejante (des)propósito, hay que presentarle al pueblo venezolano una propuesta de paz con los pueblos hermanos, de paz en concordancia con los ideales democráticos de venezolanos y colombianos, de paz en armonía con las expectativas de una vida mejor de los ciudadanos de ambas naciones.
Ni los venezolanos, ni los colombianos tenemos motivos para entrar en conflicto, por el contrario, son muchas más las cosas que nos hermanan que las que nos separan, son muchos los beneficios mutuos que obtendríamos de una buena relación si los gobiernos de nuestros países se entendieran. Pero no habrá posibilidad de entendimiento, ni con Colombia, ni con otros países con gobiernos democráticos, mientras un militar formado para la guerra detente el poder en Venezuela. Chávez buscará a toda costa y a cualquier costo una confrontación bélica con Colombia. Confío en que prevalecerá el sentido común en los venezolanos, principalmente en aquellos que pronuncian el lema de la revolución sin mucha conciencia de su significado.
La diferencia entre un país que progresa y otro que se autodestruye radica en la capacidad de sus gobernantes para ofrecer condiciones para la vida o para la muerte. Las condiciones básicas para la vida son la educación, el trabajo y el cumplimiento de la ley, ninguna de las cuales es posible realizar en situación de guerra.
La ligereza con que el Presidente venezolano ordena a los militares "prepararnos para la guerra y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra, porque es responsabilidad de todos", nos da una idea de cuál es su concepto de la paz y cuáles son los fines de su revolución.
Para desatar la guerra, basta una declaración, y lo siguiente es movilizar al Ejército con sus respectivos arsenales hacia el campo de batalla y empezar a disparar. La guerra es destrucción y destruir es fácil. Sobre todo cuando quien declara la guerra no piensa en las consecuencias.
Frente a semejante (des)propósito, hay que presentarle al pueblo venezolano una propuesta de paz con los pueblos hermanos, de paz en concordancia con los ideales democráticos de venezolanos y colombianos, de paz en armonía con las expectativas de una vida mejor de los ciudadanos de ambas naciones.
Ni los venezolanos, ni los colombianos tenemos motivos para entrar en conflicto, por el contrario, son muchas más las cosas que nos hermanan que las que nos separan, son muchos los beneficios mutuos que obtendríamos de una buena relación si los gobiernos de nuestros países se entendieran. Pero no habrá posibilidad de entendimiento, ni con Colombia, ni con otros países con gobiernos democráticos, mientras un militar formado para la guerra detente el poder en Venezuela. Chávez buscará a toda costa y a cualquier costo una confrontación bélica con Colombia. Confío en que prevalecerá el sentido común en los venezolanos, principalmente en aquellos que pronuncian el lema de la revolución sin mucha conciencia de su significado.
La diferencia entre un país que progresa y otro que se autodestruye radica en la capacidad de sus gobernantes para ofrecer condiciones para la vida o para la muerte. Las condiciones básicas para la vida son la educación, el trabajo y el cumplimiento de la ley, ninguna de las cuales es posible realizar en situación de guerra.
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