El debate político, realizado ayer 14 de noviembre en el Aula Magna de la Universidad Católica Andrés Bello, en realidad no fue un debate con las características típicas de esta técnica comunicacional, sino un discurso dialógico dirigido, que se llevó a cabo mediante una serie de preguntas sobre temas puntuales relativos a la inseguridad, la impunidad, el narcotráfico, el empleo, la educación y el éxodo profesional.
Me parece que la importancia de este acto consiste, en primer lugar, en haber sido propuesto y organizado por el Movimiento Estudiantil, lo cual demuestra dos cosas: a) que los jóvenes no quieren votar a ciegas; b) que conocen bien la diferencia entre coerción y persuasión.
En segundo lugar, el debate en sí representa una bocanada de oxígeno para nuestra asfixiada democracia, pues desde 1999 se han roto todos los enlaces de comunicación entre factores políticos del oficialismo y de la oposición, prevaleciendo en su lugar la imposición forzada de una ideología única, un proyecto hegemónico y la absurda pretensión de una opinión sin disenciones.
Esta ha sido una excelente oportunidad para los precandidatos de exponer, uno tras otro, sus ideas ante todo el país sobre los temas que se les plantearon, pero también para los electores, que por primera vez en Venezuela vivimos la experiencia de una presentación conjunta y formal de líderes políticos de distintas tendencias, en lo que, empleando un término del lenguaje publicitario, yo denominaría la "preventa de sus programas de gobierno".
Si unos respondieron más acertadamente que otros, si algunos presentaron mejores propuestas que otros, si lograron o no persuadirnos de sus objetivos y los medios para alcanzarlos, son cuestiones que corresponde a cada elector evaluar para decidir. El punto es que cualquier ponderación al respecto no puede hacerse sin tener en cuenta el fin último implícito en este ejercicio: devolverle a los venezolanos la libertad de elegir de acuerdo con sus propias convicciones. Una decisión basada en lo que cada elector percibe con sus sentidos y analiza mediante el razonamiento, y no una decisión producto de la ignorancia, del miedo o del engaño.
Fue, además, un gran alivio comprobar la capacidad de síntesis de los precandidatos, quienes debieron expresar cada respuesta en el breve lapso de un minuto. Por supuesto, mientras escuchaba sus exposiciones, no pude evitar poner en duda que Hugo Chávez pudiese hilvanar y pronunciar una idea, por simple que fuese, en un solo minuto.
Fue, además, un gran alivio comprobar la capacidad de síntesis de los precandidatos, quienes debieron expresar cada respuesta en el breve lapso de un minuto. Por supuesto, mientras escuchaba sus exposiciones, no pude evitar poner en duda que Hugo Chávez pudiese hilvanar y pronunciar una idea, por simple que fuese, en un solo minuto.
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