Pensaba que sí, que son tiempos raros o, como dijo alguien, tiempos "maleducados", que la sociedad moderna -¿postmoderna o submoderna?- centrifuga sus conflictos políticos, sus rollos mentales y sus ratones emocionales en una misma olla de presión; que el estruendo de la música, de los discursos y de las balaceras apaga la voz del corazón y solivianta los niveles de tolerancia de la psiquis, en un remolino cuya espiral se traga hasta la mínima sensación de éxito. Los terrícolas de hoy quieren ser famosos, poderosos, invencibles. Y ya sea porque lo intentan y lo consiguen, o porque lo intentan y no lo logran, o porque ni siquiera se atreven a intentarlo, joden a otros y se joden a sí mismos. ¡Pum! ¡Zuás! ¡Caput!
Suponía que entre Ifigenia (una niña decente) y Lady Gaga debía de haber una brizna en común, una pestaña al menos, aunque fuera una sola, a través de la cual ambas miraran hacia un mismo punto en cualquier dirección. Después de todo, Ifigenia se aburría bárbaramente y Lady Gaga se aburre también, bárbaramente. Pero me he dado cuenta de que el aburrimiento no es, en absoluto, un estado anímico, sino una condición del orden social que apretuja y despelleja el alma.
Entonces tiene mucho sentido que el ser humano se aburra con frecuencia y recurra al ruido para no pensar, que Dios sea un problema de Estado y la causa preferida de los soldados del mundo, que no haya un rincón en la Tierra donde se respire un átomo de paz, que la anorexia sea un modelo de belleza y el crimen un método anticonceptivo, que el "Leviatán" de Hobbes se haya convertido en un gigante idolatrado y el "Contrato" de Rousseau en poesía ornamental.
Creía que era yo, que me había tocado nacer en la época equivocada, vivir en el país equivocado, pertenecer a la especie equivocada. Ahora sé que estaba equivocada. La culpa de que el mundo esté hecho mierda la tienen Adán y Eva.
Suponía que entre Ifigenia (una niña decente) y Lady Gaga debía de haber una brizna en común, una pestaña al menos, aunque fuera una sola, a través de la cual ambas miraran hacia un mismo punto en cualquier dirección. Después de todo, Ifigenia se aburría bárbaramente y Lady Gaga se aburre también, bárbaramente. Pero me he dado cuenta de que el aburrimiento no es, en absoluto, un estado anímico, sino una condición del orden social que apretuja y despelleja el alma.
Entonces tiene mucho sentido que el ser humano se aburra con frecuencia y recurra al ruido para no pensar, que Dios sea un problema de Estado y la causa preferida de los soldados del mundo, que no haya un rincón en la Tierra donde se respire un átomo de paz, que la anorexia sea un modelo de belleza y el crimen un método anticonceptivo, que el "Leviatán" de Hobbes se haya convertido en un gigante idolatrado y el "Contrato" de Rousseau en poesía ornamental.
Creía que era yo, que me había tocado nacer en la época equivocada, vivir en el país equivocado, pertenecer a la especie equivocada. Ahora sé que estaba equivocada. La culpa de que el mundo esté hecho mierda la tienen Adán y Eva.
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