Hay un interesante debate en uno de los foros de Noticiero Digital acerca de los éxitos y los fracasos de la dictadura perezjimenista, la democracia puntofijista y el actual régimen militarista-comunista. Para quienes tengan interés en conocer las opiniones allí expresadas, el foro se titula ¿Por qué la juventud admira al General Marcos Pérez Jiménez?
La mayor parte de los libros de Historia y de los testimonios de quienes disfrutaron y de quienes padecieron la miel y la hiel del régimen de Pérez Jiménez, dicen que fue un dictador, como todos los dictadores de América Latina y de cualquier otro país en el mundo, insensible y ajeno a los derechos de los ciudadanos, que suprimió las libertades, que persiguió, encarceló, torturó y asesinó a cantidad de disidentes, y que al ser derrocado, el 23 de enero de 1958, huyó en un avión llamado "La vaca sagrada" con una maleta llena de dinero.
De la lectura de esos libros, de las expresiones de tantas personas y de buena parte de la infraestructura que me rodea y de la que me sirvo, deduzco que su visión del país que quería construir, su resolución para ejecutar obras de gran envergadura y su determinación para enrumbar a Venezuela hacia el progreso, sólo es comparable a la visión y determinación del "Ilustre Americano", Antonio Guzmán Blanco, quien, al margen de sus excentricidades, importantísimos aportes hizo en su momento.
Por su parte, la democracia puntofijista, pese a sus múltiples fallas y vicios, durante la primera mitad de su periodo realizó diversas obras en todo el territorio nacional, pero lo más relevante, en mi opinión, es que nos permitió vivir en condiciones más amplias de libertad individual y entender el valor del sufragio en tanto que expresión de nuestras decisiones políticas.
En poco más de una década del régimen autocrático actual, ya deberíamos saber cuál es la diferencia entre un gobierno democrático imperfecto y una dictadura militar, sea ésta de derecha o de izquierda.
Ambos militarismos persiguen, encarcelan, torturan, desaparecen y matan si se les resiste políticamente, pero mientras el militarismo comunista, además, empobrece a las personas, destruye materialmente al país y moralmente a la sociedad, el militarismo capitalista suele garantizar el derecho a trabajar y a generar riqueza, mediante la estimulación de la producción y el impulso industrial.
En algunos casos, el militarismo de derecha monumentaliza su poder ejecutando grandes obras de infraestructura y ornamento público; el de izquierda, monumentaliza la figura del líder desdeñando la capacidad del individuo y colectivizando el miedo y la miseria.
Frente a las opciones que hoy día se me presentan, no dudo en afirmar que prefiero un gobierno democrático falible, pero perfectible, que un régimen castrense y castrador casi perfecto, indiferentemente de que sea zurdo o diestro.
Plugo porque NUNCA MÁS un militar, activo o retirado, ni por medio de la fuerza, ni por la vía electoral, vuelva a ser Presidente de mi país.
La mayor parte de los libros de Historia y de los testimonios de quienes disfrutaron y de quienes padecieron la miel y la hiel del régimen de Pérez Jiménez, dicen que fue un dictador, como todos los dictadores de América Latina y de cualquier otro país en el mundo, insensible y ajeno a los derechos de los ciudadanos, que suprimió las libertades, que persiguió, encarceló, torturó y asesinó a cantidad de disidentes, y que al ser derrocado, el 23 de enero de 1958, huyó en un avión llamado "La vaca sagrada" con una maleta llena de dinero.
De la lectura de esos libros, de las expresiones de tantas personas y de buena parte de la infraestructura que me rodea y de la que me sirvo, deduzco que su visión del país que quería construir, su resolución para ejecutar obras de gran envergadura y su determinación para enrumbar a Venezuela hacia el progreso, sólo es comparable a la visión y determinación del "Ilustre Americano", Antonio Guzmán Blanco, quien, al margen de sus excentricidades, importantísimos aportes hizo en su momento.
Por su parte, la democracia puntofijista, pese a sus múltiples fallas y vicios, durante la primera mitad de su periodo realizó diversas obras en todo el territorio nacional, pero lo más relevante, en mi opinión, es que nos permitió vivir en condiciones más amplias de libertad individual y entender el valor del sufragio en tanto que expresión de nuestras decisiones políticas.
En poco más de una década del régimen autocrático actual, ya deberíamos saber cuál es la diferencia entre un gobierno democrático imperfecto y una dictadura militar, sea ésta de derecha o de izquierda.
Ambos militarismos persiguen, encarcelan, torturan, desaparecen y matan si se les resiste políticamente, pero mientras el militarismo comunista, además, empobrece a las personas, destruye materialmente al país y moralmente a la sociedad, el militarismo capitalista suele garantizar el derecho a trabajar y a generar riqueza, mediante la estimulación de la producción y el impulso industrial.
En algunos casos, el militarismo de derecha monumentaliza su poder ejecutando grandes obras de infraestructura y ornamento público; el de izquierda, monumentaliza la figura del líder desdeñando la capacidad del individuo y colectivizando el miedo y la miseria.
Frente a las opciones que hoy día se me presentan, no dudo en afirmar que prefiero un gobierno democrático falible, pero perfectible, que un régimen castrense y castrador casi perfecto, indiferentemente de que sea zurdo o diestro.
Plugo porque NUNCA MÁS un militar, activo o retirado, ni por medio de la fuerza, ni por la vía electoral, vuelva a ser Presidente de mi país.
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