Querida amiga Soul:
Te escribo desde esta orilla, azotada a diario por el niño Esteban que sacude las placas totónicas y bolísticas de las heroínas y héroes venezolanos con sismos de diversos grados en la escala de Richpoor, causando desplomes pavorosos en las despensas de los hogares de la patria, en los pupitres de las escuelas, en las camas de los hospitales, en los baches de las carreteras, en los recovecos de los barrios, en los taladros de las petroleras, en los potreros de las fincas, en fin, hasta en las güayas de los puentes. A esto hay que agregar la serie de tsunamis legislativos, con olas gigantescas de hasta quince metros de artículos, que arrasan ferozmente superficies enteras del sector productivo, propiedades privadas, espacios públicos e instituciones. Por desgracia, en éstas últimas la destrucción ha sido total.
Te cuento que, simultáneamente, mientras se sucede una réplica tras otra de este terremoto interminable, cuyo epicentro es sito en Miraflores, bandas de magistrados disfrazados con largas togas y pandillas soldadescas y milicianas armadas saquean y destruyen todos los derechos y libertades que encuentran a su paso.
Los sobrevivientes, algunos verdaderamente en shock, otros un poco desorientados, deambulan por lo que queda de los poblados y ciudades, tratando de encontrar alguna reliquia familiar, una alcancía, o una lonchera, mientras esperan la ayuda humanitaria que debe enviar la OEA y la comunidad internacional. Pero, hasta ahora, lo único que ha llegado es un grupúsculo de zurdos insensibles que quieren ver de cerca los estragos causados por Esteban y que, encima, en vez de traer, se llevan un montón de vainas que aquí nos servirían para reconstruir este país en ruinas.
El resto de nosotros, que es la mayoría, aunque magullados por la fuerza brutal del fenómeno que, en algunas poblaciones, ha cobrado las vidas de muchos compatriotas, estamos vivos, gracias a Dios, procurando rescatar de los escombros a los que están atrapados, cuyos gritos de auxilio nos alcanzan dondequiera que pisamos. Tal como te imaginas, la tarea se complica por la ineficacia de nuestras herramientas jurídicas y por el entorpecimiento de las labores de rescate por parte de las autoridades.
Sin embargo, lentamente, pero con determinación, hemos empezado a remover los cascotes y a despejar las áreas para levantar nuevamente los pilares del edificio constitucional, que es, como bien sabes, la planta matriz de nuestra Democracia. Ella tiene gravísimas lesiones y politraumatismos generalizados que la han dejado al borde de la muerte, por lo que se mantiene en cuidados intensivos. La pobre no previó que su casa sufriría tan serios daños en toda su estructura, principalmente en sus fundaciones. Pero estamos haciendo todo lo posible por salvarla y por restaurar, ladrillo a ladrillo, su digna base de operaciones.
El trabajo es arduo y no admite pausas, pese a que todos los días se producen varias réplicas que nos llenan de espanto. Sin embargo, superado el susto, seguimos trabajando ,y cada vez más gente se anima y se suma a la titánica lucha contra la naturaleza del fenómeno que nos embate.
Ya sé que preferirías estar aquí que en el Imperio, porque, sin duda, tu aporte sería de gran utilidad y provecho. No obstante, piensa en lo mucho que puedes hacer, aun a distancia, concienciando a los paisanos que están allá y acullá acerca de la importancia de divulgar, por todos los medios, la difícil situación en que nos ha sumido el sismo, y la necesidad de recibir sus contribuciones, preferiblemente en un mismo paquete –para reducir costos–, el próximo 26 de septiembre del telúrico y nada corriente año 2010.
Afectuosamente, tu pana, quien suscribe,
Liliana
P.D. Se rumorea que los maracuchos están preocupados porque, para colmo, el Relámpago del Catatumbo no aparece.