Por Liliana Fasciani M.
La desgracia de los pueblos es que no aprenden de las experiencias históricas. La indiferencia o el desinterés en lecciones de la Historia se observa con mayor claridad en los países menos desarrollados, por ejemplo, los de América Latina. Me ocuparé, sin embargo, de hacer el parangón con respecto a Venezuela, entre otras razones, porque... su gobierno presenta en la actualidad unas características que obligan a reflexionar, más que en las causas, en los efectos y consecuencias de una determinada concepción política e incluso filosófica acerca del Estado.
Es bien sabido que la II Guerra Mundial (1939-1945) dejó a casi toda Europa en escombros, llenó de prisioneros los trenes y sembró de cadávares los campos. Un hombre, un solo hombre, logró que una nación entera asumiera sus ideas como un dogma de fe, obedeciera sus órdenes y asimilara su persona a la de un ser supremo. Su poder se extendió más allá de las fronteras alemanas, en un afán de conquista, depuración y dominio bajo la égida del nacionalsocialismo. Ese hombre fue Adolf Hitler.
En el libro Mi lucha (Editorial Epoca, México D.F., 1984)que escribió durante su presidio en Lansberg en 1924 -un híbrido entre autobiografía, fundamento ideológico y programa político-, el futuro Führer expresa su percepción de la sociedad: "La masa del pueblo es incapaz de distinguir dónde acaba la injusticia de los demás y dónde comieza la suya propia. La gran mayoría del pueblo es, por naturaleza y criterio, de índole tan femenina, que su modo de pensar y obrar se subordina más a la sensibilidad anímica que a la reflexión".(1984:76)
Por esta extrema sensibilidad que descarta todo viso de razón, ya sea por limitaciones naturales o por pereza mental, el autor sostiene que "El Estado tiene por lo tanto la obligación de controlar su educación y oponerse al abuso".(1984:100) Se refiere, desde luego, al abuso de "pésimos educadores, ignorantes o incluso mal intencionados" que pudieran influir inconvenientemente, entre otras cosas, en las decisiones electorales de "la masa [que] decide situaciones..., precisamente el grupo más numeroso...: un hato de ingenuos y de crédulos".(1984:100)
Pero no basta con que el Estado subordine la enseñanza a sus propios ideales, objetivos y fines, el autor afirma que es preciso, además, controlar a los medios de comunicación: "La prensa, ante todo, debe ser objeto de una estricta vigilancia, porque la influencia que ejerce sobre esas gentes es la más eficaz y penetrante de todas... Jamás debe el Estado dejarse sugestionar por la cháchara de la llamada libertad de prensa. Rigurosamente y sin contemplaciones el Estado tiene que asegurarse de este poderoso medio de la educación popular y ponerlo al servicio de la nación".(1984:100)
En materia laboral, Hitler, convencido de la importancia de ejercitar el cuerpo más que la mente, desdeña el trabajo intelectual concentrado en círculos "tan exclusivistas y... tan esclerosados que han perdido todo contacto vivo con las clases inferiores". (1984:160) En su lugar, exalta las mayores ventajas que supone para la comunidad el desempeño fabril de obreros, artesanos y técnicos, pues redunda mucho más en beneficio de la comunidad.
Hitler dejó claramente establecida en su libro toda una serie de aspectos esenciales en la vida social, económica y cultural, como el matrimonio, que según él debe tender únicamente a la procreación de seres material y moralmente sanos, a cuyos fines el Estado debe dedicar los recursos más modernos a este servicio, o como la situación de las personas física o mentalmente discapacitadas, las que, para impedir que sigan "transmitiendo por herencia sus defectos" deben ser declaradas inaptas para la procreación y sometidas "al tratamiento práctico".(1984:148) Desde luego, a estas alturas de la Historia, el mundo sabe muy bien en qué consistió ese "tratamiento práctico".
En el ámbito político, el Capítulo V contiene su visión de lo que es -o debe ser- el Estado nacionalsocialista, basada fundamentalmente en el principio de selección de los más fuertes y mejor dotados, en una concepción fundada en "la idea de la personalidad y no en la mayoría". (1984:165) Dicho de otro modo, la ideología nacionalsocialista establece el culto a la personalidad y se aleja hacia el extremo opuesto de la democracia y el consenso.
Es de suprema importancia considerar este aspecto para comprender el análisis comparativo que me he propuesto desarrollar. Bastarán unas pocas expresiones sobradamente esclarecedoras del problema que hoy en día distorsiona el estado de la democracia venezolana y que, como se verá más adelante, justifica el título de este ensayo.
El culto a la personalidad tiene su razón de ser, en primer lugar, en que de acuerdo con el principio de selección, son siempre menos los "elegidos" y, en segundo lugar, en la necesidad de dejar actuar a los más capaces, indefectiblemente una minoría, en representación de los más numerosos que, por su misma condición, están llamados a obedecer. Si una comunidad ha entendido esto, entonces "... deberá encarnar la aspiración de colocar cabezas por encima de la masa y hacer que, consiguientemente, ésta se subordine a aquéllas". (1984:167)
Una vez mentalizado el pueblo acerca de tal exigencia, convencido hasta la médula de sus limitaciones racionales, morales y culturales, así como de su pertenencia a un sector de la sociedad que debe, por su propio bien, ser conducido hacia donde mejor les conviene, según el criterio de los "elegidos", no le queda otra que rendir culto y jurar fidelidad a éstos. Pues es la misión del Estado nacionalsocialista "velar por el bienestar de sus ciudadanos reconociendo, en todos los aspectos, la significación que encarna la personalidad...". (1984:168)
Es por ello que para Hitler -y para otros muchos que en el mundo han sido y son personalistas por naturaleza y convicción-, "la mejor constitución política de un Estado y su forma de gobierno, es aquella que con la seguridad más natural lleva a situaciones de importancia preponderante en influencia directora, a los más calificados elementos de la comunidad nacional". (Ibidem)
Sólo una definición como ésta acerca de las funciones y fines del Estado puede hacer comprensible la siguiente afirmación: "Desaparecen las decisiones por mayoría y sólo existe la personalidad responsable". (Ibidem) [Negrillas adrede]
Esto explica, también, el rechazo a la sociedad organizada al margen de la estructura del Estado, y la indispensabilidad de controlar y dirigir todas las formas de asociación, especialmente los sindicatos.
Con respecto a las organizaciones políticas, Hitler sostiene: "Los partidos políticos se prestan a compromisos; las concepciones ideológicas jamás. Los partidos políticos cuentan con competidores; las concepciones ideológicas suponen y proclaman su infalibilidad". (1984:171)
Aunque en este trabajo hemos abordado apenas unos cuantos de los muchos tópicos que aparecen delineados en el "catecismo político" hitleriano, sirven, sin embargo, al propósito de demostrar las muy preocupantes similitudes entre la ideología nacionalsocialista de Adolf Hitler y la ideología nacionalsocialista de Hugo Chávez.
Indistintamente del contexto histórico-filosófico en el que el actual gobernante venezolano pretende enmarcar su programa de ideologización de las masas, desarrollo "endógeno" integral y expansión mundial, promoviendo, simultáneamente, el anti-imperialismo norteamericano y el neoimperialismo latinoamericano, encarnado, por supuesto, en su persona, se trata sin duda de un proyecto que amenaza con cercenar la libertad de los venezolanos, como de hecho ha estado ocurriendo desde el año 2002.
A nivel internacional suele comentarse que en Venezuela, si bien el Estado de derecho es bastante cuestionable, dada la fusión o confusión funcional de los poderes públicos, así como la persecución y privación de libertad contra varios comunicadores sociales y dirigentes sindicales y políticos, se mantiene, no obstante, un espacio suficientemente amplio para la libertad de expresión e información. Arguyen, en este sentido, que los canales privados de radio, prensa y televisión transmiten programas en los que tanto periodistas como oyentes, lectores y televidentes manifiestan públicamente sus opiniones y críticas sobre el gobierno.
Lo que parece no advertir la observación internacional es que la supuesta amplitud de ese espacio se va reduciendo cada día más, gracias a la intervención estatal mediante una serie de medidas, especialmente fiscales y morales, que presionan la actividad económica y el libre ejercicio profesional de los medios de comunicación.
Comoquiera que sea, lo que interesa destacar es el riesgo inminente en que se hallan la libertad y los derechos fundamentales de los venezolanos, ante la insistencia del gobierno actual en hacer del culto a la personalidad del líder un dogma de fe para las masas populares. Esto conllevaría directamente a un sistema totalitarista en el cual todos los aspectos de la vida pública y privada de los venezolanos serían vigilados, controlados, determinados y dirigidos por la voluntad de un solo hombre. Este hombre es Hugo Chávez.
Es bien sabido que la II Guerra Mundial (1939-1945) dejó a casi toda Europa en escombros, llenó de prisioneros los trenes y sembró de cadávares los campos. Un hombre, un solo hombre, logró que una nación entera asumiera sus ideas como un dogma de fe, obedeciera sus órdenes y asimilara su persona a la de un ser supremo. Su poder se extendió más allá de las fronteras alemanas, en un afán de conquista, depuración y dominio bajo la égida del nacionalsocialismo. Ese hombre fue Adolf Hitler.
En el libro Mi lucha (Editorial Epoca, México D.F., 1984)que escribió durante su presidio en Lansberg en 1924 -un híbrido entre autobiografía, fundamento ideológico y programa político-, el futuro Führer expresa su percepción de la sociedad: "La masa del pueblo es incapaz de distinguir dónde acaba la injusticia de los demás y dónde comieza la suya propia. La gran mayoría del pueblo es, por naturaleza y criterio, de índole tan femenina, que su modo de pensar y obrar se subordina más a la sensibilidad anímica que a la reflexión".(1984:76)
Por esta extrema sensibilidad que descarta todo viso de razón, ya sea por limitaciones naturales o por pereza mental, el autor sostiene que "El Estado tiene por lo tanto la obligación de controlar su educación y oponerse al abuso".(1984:100) Se refiere, desde luego, al abuso de "pésimos educadores, ignorantes o incluso mal intencionados" que pudieran influir inconvenientemente, entre otras cosas, en las decisiones electorales de "la masa [que] decide situaciones..., precisamente el grupo más numeroso...: un hato de ingenuos y de crédulos".(1984:100)
Pero no basta con que el Estado subordine la enseñanza a sus propios ideales, objetivos y fines, el autor afirma que es preciso, además, controlar a los medios de comunicación: "La prensa, ante todo, debe ser objeto de una estricta vigilancia, porque la influencia que ejerce sobre esas gentes es la más eficaz y penetrante de todas... Jamás debe el Estado dejarse sugestionar por la cháchara de la llamada libertad de prensa. Rigurosamente y sin contemplaciones el Estado tiene que asegurarse de este poderoso medio de la educación popular y ponerlo al servicio de la nación".(1984:100)
En materia laboral, Hitler, convencido de la importancia de ejercitar el cuerpo más que la mente, desdeña el trabajo intelectual concentrado en círculos "tan exclusivistas y... tan esclerosados que han perdido todo contacto vivo con las clases inferiores". (1984:160) En su lugar, exalta las mayores ventajas que supone para la comunidad el desempeño fabril de obreros, artesanos y técnicos, pues redunda mucho más en beneficio de la comunidad.
Hitler dejó claramente establecida en su libro toda una serie de aspectos esenciales en la vida social, económica y cultural, como el matrimonio, que según él debe tender únicamente a la procreación de seres material y moralmente sanos, a cuyos fines el Estado debe dedicar los recursos más modernos a este servicio, o como la situación de las personas física o mentalmente discapacitadas, las que, para impedir que sigan "transmitiendo por herencia sus defectos" deben ser declaradas inaptas para la procreación y sometidas "al tratamiento práctico".(1984:148) Desde luego, a estas alturas de la Historia, el mundo sabe muy bien en qué consistió ese "tratamiento práctico".
En el ámbito político, el Capítulo V contiene su visión de lo que es -o debe ser- el Estado nacionalsocialista, basada fundamentalmente en el principio de selección de los más fuertes y mejor dotados, en una concepción fundada en "la idea de la personalidad y no en la mayoría". (1984:165) Dicho de otro modo, la ideología nacionalsocialista establece el culto a la personalidad y se aleja hacia el extremo opuesto de la democracia y el consenso.
Es de suprema importancia considerar este aspecto para comprender el análisis comparativo que me he propuesto desarrollar. Bastarán unas pocas expresiones sobradamente esclarecedoras del problema que hoy en día distorsiona el estado de la democracia venezolana y que, como se verá más adelante, justifica el título de este ensayo.
El culto a la personalidad tiene su razón de ser, en primer lugar, en que de acuerdo con el principio de selección, son siempre menos los "elegidos" y, en segundo lugar, en la necesidad de dejar actuar a los más capaces, indefectiblemente una minoría, en representación de los más numerosos que, por su misma condición, están llamados a obedecer. Si una comunidad ha entendido esto, entonces "... deberá encarnar la aspiración de colocar cabezas por encima de la masa y hacer que, consiguientemente, ésta se subordine a aquéllas". (1984:167)
Una vez mentalizado el pueblo acerca de tal exigencia, convencido hasta la médula de sus limitaciones racionales, morales y culturales, así como de su pertenencia a un sector de la sociedad que debe, por su propio bien, ser conducido hacia donde mejor les conviene, según el criterio de los "elegidos", no le queda otra que rendir culto y jurar fidelidad a éstos. Pues es la misión del Estado nacionalsocialista "velar por el bienestar de sus ciudadanos reconociendo, en todos los aspectos, la significación que encarna la personalidad...". (1984:168)
Es por ello que para Hitler -y para otros muchos que en el mundo han sido y son personalistas por naturaleza y convicción-, "la mejor constitución política de un Estado y su forma de gobierno, es aquella que con la seguridad más natural lleva a situaciones de importancia preponderante en influencia directora, a los más calificados elementos de la comunidad nacional". (Ibidem)
Sólo una definición como ésta acerca de las funciones y fines del Estado puede hacer comprensible la siguiente afirmación: "Desaparecen las decisiones por mayoría y sólo existe la personalidad responsable". (Ibidem) [Negrillas adrede]
Esto explica, también, el rechazo a la sociedad organizada al margen de la estructura del Estado, y la indispensabilidad de controlar y dirigir todas las formas de asociación, especialmente los sindicatos.
Con respecto a las organizaciones políticas, Hitler sostiene: "Los partidos políticos se prestan a compromisos; las concepciones ideológicas jamás. Los partidos políticos cuentan con competidores; las concepciones ideológicas suponen y proclaman su infalibilidad". (1984:171)
Aunque en este trabajo hemos abordado apenas unos cuantos de los muchos tópicos que aparecen delineados en el "catecismo político" hitleriano, sirven, sin embargo, al propósito de demostrar las muy preocupantes similitudes entre la ideología nacionalsocialista de Adolf Hitler y la ideología nacionalsocialista de Hugo Chávez.
Indistintamente del contexto histórico-filosófico en el que el actual gobernante venezolano pretende enmarcar su programa de ideologización de las masas, desarrollo "endógeno" integral y expansión mundial, promoviendo, simultáneamente, el anti-imperialismo norteamericano y el neoimperialismo latinoamericano, encarnado, por supuesto, en su persona, se trata sin duda de un proyecto que amenaza con cercenar la libertad de los venezolanos, como de hecho ha estado ocurriendo desde el año 2002.
A nivel internacional suele comentarse que en Venezuela, si bien el Estado de derecho es bastante cuestionable, dada la fusión o confusión funcional de los poderes públicos, así como la persecución y privación de libertad contra varios comunicadores sociales y dirigentes sindicales y políticos, se mantiene, no obstante, un espacio suficientemente amplio para la libertad de expresión e información. Arguyen, en este sentido, que los canales privados de radio, prensa y televisión transmiten programas en los que tanto periodistas como oyentes, lectores y televidentes manifiestan públicamente sus opiniones y críticas sobre el gobierno.
Lo que parece no advertir la observación internacional es que la supuesta amplitud de ese espacio se va reduciendo cada día más, gracias a la intervención estatal mediante una serie de medidas, especialmente fiscales y morales, que presionan la actividad económica y el libre ejercicio profesional de los medios de comunicación.
Comoquiera que sea, lo que interesa destacar es el riesgo inminente en que se hallan la libertad y los derechos fundamentales de los venezolanos, ante la insistencia del gobierno actual en hacer del culto a la personalidad del líder un dogma de fe para las masas populares. Esto conllevaría directamente a un sistema totalitarista en el cual todos los aspectos de la vida pública y privada de los venezolanos serían vigilados, controlados, determinados y dirigidos por la voluntad de un solo hombre. Este hombre es Hugo Chávez.
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