Ha desatado una enconada polémica el video "Caracas, ciudad de despedidas", en el que aparecen unos cuantos jóvenes, supuestamente de cierta posición social, expresando sus opiniones sobre la ciudad y sus sentimientos encontrados respecto de ésta. Su lenguaje es una jerigonza plagada de modismos, anglicismos, muletillas y groserías, que pone en evidencia un vocabulario paupérrimo, una escasa cultura, serias dificultades para hilar las palabras y formar oraciones completas al ritmo del pensamiento, y una actitud negativa, rayana en el fatalismo.
No obstante, si se mira más allá de las imágenes y se escucha en el trasfondo de las desarticuladas expresiones, encontramos la realidad de una sociedad aterrorizada por lo que ya es rutina. En Caracas sobreviven, a duras penas, casi 6 millones de habitantes que cada día son menos, en la medida en que aumenta la población en los cementerios de la ciudad.
Los muchachos entrevistados en el video tienen planes de emigrar, y piensan en ello como una forma de darse a sí mismos la oportunidad de cambiar de ambiente, de mejorar su calidad de vida, de realizar sus sueños, de librarse del miedo o de aprender a vivir sin miedo. Ellos, como el resto de los venezolanos, quieren-necesitan-buscan alejarse de la violencia, del resentimiento, del odio, de la discriminación política, de la exclusión social, de las trabas burocráticas, de las limitaciones creativas, de los disvalores, de la corrupción, de la arbitrariedad.
¿Qué se ve en esas imágenes? Un grupo de veinteañeros encerrados en sus burbujas, rumbeando dentro de sus casas, tal como lo hacemos casi todos los venezolanos, extremadamente paranoicos, encerrados también en nuestras propias burbujas enrejadas, cercadas por concertinas eléctricas, conectadas a sistemas de alarma. ¿Qué dicen esos muchachos? Lo mismo que decimos casi todos los venezolanos, hartos de la inseguridad, de los pleitos, de los abusos, de la agresividad colectiva.
Los muchachos entrevistados en el video tienen planes de emigrar, y piensan en ello como una forma de darse a sí mismos la oportunidad de cambiar de ambiente, de mejorar su calidad de vida, de realizar sus sueños, de librarse del miedo o de aprender a vivir sin miedo. Ellos, como el resto de los venezolanos, quieren-necesitan-buscan alejarse de la violencia, del resentimiento, del odio, de la discriminación política, de la exclusión social, de las trabas burocráticas, de las limitaciones creativas, de los disvalores, de la corrupción, de la arbitrariedad.
¿Qué se ve en esas imágenes? Un grupo de veinteañeros encerrados en sus burbujas, rumbeando dentro de sus casas, tal como lo hacemos casi todos los venezolanos, extremadamente paranoicos, encerrados también en nuestras propias burbujas enrejadas, cercadas por concertinas eléctricas, conectadas a sistemas de alarma. ¿Qué dicen esos muchachos? Lo mismo que decimos casi todos los venezolanos, hartos de la inseguridad, de los pleitos, de los abusos, de la agresividad colectiva.
¿Acaso tú y yo no estamos cansados de vivir en ciudades inhóspitas y hostiles dentro de un país inhóspito y hostil, donde "Todos los días te estás arriesgando de una manera brutal a que te pase algo que no quieres que te pase, como un robo o un secuestro", porque "ya esto está podrido, los mismos policías ni sirven" y esa situación nos hace pensar, aunque no lo digamos en voz alta, "Mi vida es como un horror"?
¿Acaso no es verdad que "Caracas [o el país] parece que estuviera siempre en construcción y es mentira", donde todo se inunda y se desborda, "porque llueve y no hay buenas alcantarillas" y que "es como la mezcla de muchas burbujas y cada quien está metida en una de ellas"?
¿Acaso tú y yo no sentimos también que lo nuestro con Caracas o con el país "es una relación de amor-odio", porque "Caracas [o el país] es como que estamos enamorados, pero no podemos estar juntos" y esa sensación nos deja "como un vacío de vivir en mi ciudad, [pues] siento que no he vivido mi ciudad como cualquier otro joven de 21 años en otra ciudad"?
¿Acaso tú y yo no hemos dicho alguna vez "Yo cambiaría de fondo la educación, a mi me parece que es lo prioritario"?
¿Acaso tú y yo no hemos llegado a la penosa conclusión de que la violencia a la que tanto tememos y la hostilidad con que nos comportamos "Es un desorden mental que tienen los venezolanos, que yo creo que esa es la personalidad de acá, la mayor característica", no de toda la vida, sino desde hace treinta, veinte o quince años atrás?
¿Acaso tú y yo no sabemos que "lo que más necesitas es pertenecer, y cuando sientes que no perteneces a un lugar, no tienes como el punto de partida para hacer las cosa" y esa impresión nos causa un profundo dolor, porque significa que se nos ha descosido el sentido de identidad?
¿Acaso tú y yo no desearíamos "poder salir a las tres de la mañana, tranquilo[s]" por Caracas o por cualquier otra ciudad del país, y emprender nuevos proyectos de estudio, de trabajo o de vida, pero no nos atrevemos a hacerlo, "porque todo aquí es tan complicado"?
¿Acaso no es verdad que no queremos irnos a ninguna parte, pero que con frecuencia nos planteamos la posibilidad de elaborar un "plan B", que incluye alzar el vuelo hacia otro destino, aunque probablemente no lo hagamos? ¿Acaso nunca hemos dicho, en un momento de enojo, de frustración o de contrariedad, una palabra ofensiva contra nuestro país?
Entonces, no seamos hipócritas, no pequemos de patrioteros o de falsos nacionalistas, no cometamos la estupidez de intentar defender lo indefendible, por mucho que nos duela la situación de nuestro país. Caracas es un caos. Las ciudades y los pueblos del interior del país son monumentos a la desidia gubernamental y a la indiferencia colectiva. Venezuela toda es un desastre, desde su destartalada infraestructura hasta sus confundidos y agresivos habitantes. Estos problemas son nuestros, y si queremos vivir de otra manera, antes tenemos que solucionarlos. Los que quieran marcharse, que se vayan. No tenemos derecho a criticarlos. Quienes quieran permanecer aquí, que se queden, pero que arrimen el hombro para trabajar todos juntos en la construcción del país donde queremos vivir con seguridad y en libertad.
P.D. A los jóvenes que protagonizan este video les deseo muy buena suerte en su aventura viajera, y espero que adonde quiera que vayan, por lo menos aprendan a expresarse mejor, ya sea en español o en cualquier otro idioma. "Me iría demasiado" ha sido demasiado para mi.
¿Acaso no es verdad que "Caracas [o el país] parece que estuviera siempre en construcción y es mentira", donde todo se inunda y se desborda, "porque llueve y no hay buenas alcantarillas" y que "es como la mezcla de muchas burbujas y cada quien está metida en una de ellas"?
¿Acaso tú y yo no sentimos también que lo nuestro con Caracas o con el país "es una relación de amor-odio", porque "Caracas [o el país] es como que estamos enamorados, pero no podemos estar juntos" y esa sensación nos deja "como un vacío de vivir en mi ciudad, [pues] siento que no he vivido mi ciudad como cualquier otro joven de 21 años en otra ciudad"?
¿Acaso tú y yo no hemos dicho alguna vez "Yo cambiaría de fondo la educación, a mi me parece que es lo prioritario"?
¿Acaso tú y yo no hemos llegado a la penosa conclusión de que la violencia a la que tanto tememos y la hostilidad con que nos comportamos "Es un desorden mental que tienen los venezolanos, que yo creo que esa es la personalidad de acá, la mayor característica", no de toda la vida, sino desde hace treinta, veinte o quince años atrás?
¿Acaso tú y yo no sabemos que "lo que más necesitas es pertenecer, y cuando sientes que no perteneces a un lugar, no tienes como el punto de partida para hacer las cosa" y esa impresión nos causa un profundo dolor, porque significa que se nos ha descosido el sentido de identidad?
¿Acaso tú y yo no desearíamos "poder salir a las tres de la mañana, tranquilo[s]" por Caracas o por cualquier otra ciudad del país, y emprender nuevos proyectos de estudio, de trabajo o de vida, pero no nos atrevemos a hacerlo, "porque todo aquí es tan complicado"?
¿Acaso no es verdad que no queremos irnos a ninguna parte, pero que con frecuencia nos planteamos la posibilidad de elaborar un "plan B", que incluye alzar el vuelo hacia otro destino, aunque probablemente no lo hagamos? ¿Acaso nunca hemos dicho, en un momento de enojo, de frustración o de contrariedad, una palabra ofensiva contra nuestro país?
Entonces, no seamos hipócritas, no pequemos de patrioteros o de falsos nacionalistas, no cometamos la estupidez de intentar defender lo indefendible, por mucho que nos duela la situación de nuestro país. Caracas es un caos. Las ciudades y los pueblos del interior del país son monumentos a la desidia gubernamental y a la indiferencia colectiva. Venezuela toda es un desastre, desde su destartalada infraestructura hasta sus confundidos y agresivos habitantes. Estos problemas son nuestros, y si queremos vivir de otra manera, antes tenemos que solucionarlos. Los que quieran marcharse, que se vayan. No tenemos derecho a criticarlos. Quienes quieran permanecer aquí, que se queden, pero que arrimen el hombro para trabajar todos juntos en la construcción del país donde queremos vivir con seguridad y en libertad.
P.D. A los jóvenes que protagonizan este video les deseo muy buena suerte en su aventura viajera, y espero que adonde quiera que vayan, por lo menos aprendan a expresarse mejor, ya sea en español o en cualquier otro idioma. "Me iría demasiado" ha sido demasiado para mi.
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