Las mujeres italianas salieron ayer domingo a las plazas alrededor de toda Italia, para exigir la dimisión del Primer Ministro Silvio Berlusconi. ¿Por qué? Por machista e indigno, según reza en las pancartas. Porque ha avergonzado al género femenino con su promiscuidad escandalosa; porque ha humillado al pueblo italiano al utilizar a no se sabe cuántas mujeres con fines sexuales; porque se ha rumbeado a todas las féminas que le ha dado la gana y ellas, velinas de sus espectaculares orgías aunque sólo sea por una noche, se lo han hecho pagar en dinero y en especie. Dicho de otro modo, por prostituir a menores y requerir los servicios de las mayores.¡Ah! Pero, además, se ha burlado a sus anchas de la política y los políticos, pues de la misma manera que Calígula pensó en nombrar ministro a su caballo, salvando las humanas diferencias, Berlusconi piensa proponer a algunas de sus chicas -Graziana Capone y Nicole Minetti, por ejemplo- a candidaturas regionales.
La manifestación estuvo tan concurrida a escala nacional, que permite suponer el aprieto en el que se encuentra ahora mismo el Parlamento italiano respecto de su próximo pronunciamiento en respuesta -al menos, es lo que se espera que hagan los parlamentarios- a las exigencias de más de un millón de mujeres y hombres en todo el país. Sin embargo, il Cavaliere no está solo. Quienes le defienden afirman que una suerte de Inquisición, fraguada por sus enemigos morales, adversarios políticos y cierta competencia empresarial maneja los hilos detrás de las protestas.
Comoquiera que sea, el caso es que Berlusconi se comporta como lo hiciera, durante el Imperio Romano, cualesquiera de los poderosos y extravagantes césares. El poder de Roma, el mayor del mundo en su época, se desmoronó estrepitosamente a causa de los excesos y perversiones imperiales. Y si bien Nerón incendió la ciudad, ésta resurgió de sus cenizas; pero su inmoralidad y la de sus colegas fue lo que, en definitiva, hundió de un modo irreparable el gran poder romano.
Es evidente que todo en la vida se repite, tal cual la Tierra rota alrededor del Sol, gira también el tiempo, cíclicamente. Por lo tanto, la mortalidad y la experiencia histórica no impiden que las siguientes generaciones cometan los mismos errores de sus antepasados. El error de Silvio Berlusconi parece ser vivir convencido de que puede comprar lo que se le antoje. Pero no contaba con que sus paisanas se enardecerían y saldrían a la calle a exigir su dimisión con un lema perentorio: "Se non ora, quando?"
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